Tras la búsqueda un profundo proceso de “paz institucional” de varias décadas, el Movimiento Estudiantil del 68, junto con otras movilizaciones sociales previas, representó un punto de quiebre. La crítica a las visiones rígidas de un nacionalismo inculcado desde la esfera gubernamental, tuvo sólidas discrepancias en las artes plásticas, en la literatura y en distintas manifestaciones del arte y la vida cotidiana. Surgieron sucesos de gran relevancia para la memoria nacional, como la llamada “guerra sucia” y distintos movimientos políticos forjados en la clandestinidad. Por otra parte, la vida de las instituciones culturales mantuvo su marcha: en los setenta, los trabajos arqueológicos del Templo Mayor, arrojan descubrimientos que redefinen la antigüedad mexicana. En la siguiente década, se encadenan algunos sucesos que muestran la fragilidad relativa del control y el orden institucionales: el 19 de noviembre de 1984, en San Juan Ixhuatepec se producen una serie de explosiones que marcarían la historia de ese año; la mañana del 19 de septiembre de 1985, un terremoto de 8.1 grados sacudió la Ciudad de México e hizo visible la solidaridad comunitaria, desplegada por sus habitantes, por encima de los organismos públicos. En los noventa, apareció públicamente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas y en el extremo norte del país, en Ciudad Juárez, se produjo una cadena de asesinatos de mujeres, en su mayor parte jóvenes obreras de maquiladoras o empleadas del pequeño comercio. Después de setenta años.
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