Con la llegada del daguerrotipo a territorio mexicano en 1839 comienzan dos linajes históricos paralelos. Por un lado, el que habría de perfilar el desarrollo de las técnicas fotográficas en nuestro país, y por el otro, el que delinearía la conformación de un acervo visual que ha construido hasta nuestros días una relación de pertenencia a través de la memoria episódica. Entre estos dos horizontes articulados, pero de características distintas, se presentan en este primer espacio una serie de ejemplos que perfilan la gran complejidad de un periodo que habría de concluir con el movimiento armado de 1910. Este marco temporal aglutina la presencia de las primeras técnicas de producción fotográfica y con ello construye también un importante dispositivo visual que inventa una nueva manera de articular el pasado con el presente; por ello, estas imágenes que se presentan en distintos soportes como papel, vidrio y metal, dan cuenta de los objetos y áreas de interés de una sociedad que se inventa a través de sus retratos y panorámicas, logrando la construcción de diversas tipologías que igualmente refieren a lugares que a la población, ajustados por miradas que tratan de penetrar en los acontecimientos políticos, festivos, deportivos y cívicos, entre otros. Todos ellos, a nuestros ojos, se presentan como coordenadas de una identidad transversal, donde pueden coexistir imágenes de aquellos individuos que habrían de ser asimilados por la historia, junto con personajes que a pesar de su relativo anonimato conforman un mapa demográfico extenso, que demuestra la multiplicidad de este periodo.
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