El movimiento armado de 1910 es un referente en las transformaciones sociales de México. Apoyada fuertemente por la sistemática presencia de la fotografía, la óptica de la sociedad se expande en la prensa, la industria editorial y los diversos materiales de propaganda producto de la fotomecánica. Las nuevas formas de producción visual paticipan de modo decisivo en la lucha ideológica que acompañará a los movimientos sociales y también en la conformación de una memoria múltiple que documentará las pasiones políticas y los personajes que encabezan los diferentes momentos de la historia que abarca este segmento. Pero la fotografía, ya vista por muchos como un medio de expresión artística y poseedora de un lenguaje irreductible, da lugar a planteamientos de orden personal que no pocas veces desembocan en la experimentación. Esta última vertiente habría de fortalecerse durante los años que van de 1920 a 1940, estableciendo pautas para el surgimiento de autores que se distinguen por sus búsquedas estéticas. Es en este ámbito, que se delimitan dos grandes paradigmas fotográficos, preexistentes, pero ahora operando socialmente con una fuerza mayor: por una parte, el que se empeña en la cualidad “objetiva” del registro y, por otra, el que asume como eje su cualidad “ficcional o subjetiva”. Ambos paradigmas dialogan en este núcleo, haciendo de las imágenes un extraordinario fenómeno que oscila entre los procesos industriales de reproductibilidad múltiple y su calidad de piezas únicas.
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