A partir de las colecciones del Musée d’Orsay, la exposición El Placer y el Orden contempla como marco general la instauración de la democracia republicana en Francia, así como el afianzamiento de la cultura burguesa durante la segunda mitad del siglo XIX y los comienzos del XX. Orden y placer son dos nociones que pueden comprenderse como líneas de fuerza en el surgimiento del espíritu moderno.
Las prácticas del orden y el placer no son necesariamente contradictorias, sino que se entraman y complementan en la vida social. La exposición abordará el traslado de las pulsiones más diversas del placer a la consolidación del orden. Como campo de mediación de los poderes, el orden es inteligible no sólo por las instituciones fuertes de una sociedad (el Estado, la Iglesia, la escuela, la familia...) sino por los márgenes de permisividad y el régimen de las transgresiones, las formas del ocio y la diversión de una sociedad, y todos los goces regulados y no regulados, patentes también en los reflejos invertidos de las prohibiciones, la censura y la represión.
En el orden republicano, el trabajo artístico adquiere un nuevo estatuto civil que se expresa en el rejuego de las imágenes pictóricas en cuanto imágenes sociales. La figura de Courbet en el contexto de la Comuna de París, su acción política y su amistad con Proudhon, dan el timbre de la voluntad moderna de hacer del arte y el artista agentes del cambio. En términos generales, puede comprobarse que las luchas de los años 1860, que dieron nacimiento a la Tercera República, comprometieron a la llamada “nueva pintura” contra la “pintura oficial”, diferendo que al fin pondría en crisis a la institución de los Salones de Pintura y llevaría al triunfo de la generación de los pintores impresionistas (tradicionalmente rechazados por esa institución). La agregación del placer al orden (fenómeno rastreable en Francia desde la cultura libertina que en los siglos XVII y XVIII se sometía a la monarquía pero la socavó mediante su recurso al ateísmo y a la Ilustración) aportará una cohesión social basada en las libertades individuales, a la instauración del Estado republicano, democrático y laico —nociones características del orden en que cristalizó la cultura moderna.
Las aspiraciones y contrariedades de la nación francesa, serán guías para pensar la representación pictórica posromántica, simbolista, impresionista, realista, pero también académica y aún pompier, como amalgamas de placer y orden cuya recepción social proveyó de sentido al mundo real y al mundo posible en su momento, tal como hoy se nos revela.
Considerando que el establecimiento de México como nación independiente en el XIX arraigó en los ideales de la Ilustración francesa, y que para nuestro país la cultura francesa fue un referente sustantivo durante ese siglo, a partir de la vasta colección pictórica, escultórica y fotográfica del Museo d’Orsay se puede definir una relación temática de interés para el público mexicano, que a continuación se enlista.