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La pasión de un académico
La obra arrancó en marzo de 1933 con las demoliciones y cortes a la
estructura en el desplante, logrando así abrir más los arcos. El peso eliminado
en la base al suprimir “40 trabes de 40 metros de largo y dos de peralte” fue,
aunque “empírico”, suficiente para poder agregar los colados del “concreto”
(columnas, trabes y muros) sobre los que se montarían “los recubrimien‑
tos de cantera, el recinto negro,²⁰ los grupos escultóricos y la cubierta de co‑
bre”.²¹ Así las cosas, en palabras del mismo arquitecto Obregón Santacilia
un problema que fue haciéndose evidente era “lo difícil que resultaba ligar
el pesado cubo del cuerpo principal con la cúpula”.²² Ahí llegó el momento
de solucionar la parte escultórica. Para ello se convocó un concurso.²³ Era
pertinente hacerlo, pues los machones, o cuatro grandes apoyos del monu‑
mento, ya se habían recubierto de cantera, así como los vértices de recinto
negro, marcando ambos materiales el lugar de las plataformas donde debían
desplantarse las esculturas con un fondo de cuatro contrafuertes que el ar‑
quitecto definió.²⁴
(Figs. 8–10, y 22–23)
De los certámenes donde Oliverio participó, sin duda el más impor‑
tante fue éste. Se llevó a cabo entre el 12 de septiembre de 1933, cuando el
Comité Ejecutivo de la Gran Comisión publicó la convocatoria, y el mis‑
mo día y mes, pero de 1934,²⁵ cuando se firmó el contrato con Oliverio para
su realización.
El concurso se desarrolló en tres etapas. Para el 17 de noviembre había
44 concursantes inscritos. El jurado estuvo formado por Marte R. Gómez,
Manuel M. Acosta y Aarón Sáenz. Eliminaron las propuestas que proponían
masas desproporcionadas, las que no habían entendido la definición abstracta
de las alegorías solicitadas, así como los “bocetos complicados”. Eligieron cin‑
co para pasar a la segunda etapa: las parejas formadas por Federico Canessi
y Fernando Leal, la de Manuel Centurión y José Albarrán Pliego, así como
los proyectos de Juan Leonardo Cordero, Hans Pilling y Oliverio Martínez.
La segunda etapa consistió en la presentación de cuatro maquetas pequeñas
de cada una de sus propuestas para los cuatro remates.
(fig. 22)
El resultado
se publicó el 22 de mayo de 1934. Sólo quedaron tres finalistas: Federico
Canessi, Fernando Leal y Oliverio. La tercera etapa revela el cuidado que se le
dio a la decisión. Se solicitó a ambos una maqueta del tamaño final (11 metros
y medio), en plastocemento y yeso entintada al color de la cantera, mismas
que debían estibarse hasta su posición en el mismo monumento. Debieron
armarse con una cimbra de madera y metal desplegado sobre el que se lanzó
la mezcla. Canessi y Leal realizaron el grupo de “la Independencia”, mientras
Oliverio “La redención del obrero por las leyes del trabajo”. El jurado se inte‑
gró con Marte R. Gómez, Carlos Obregón Santacilia y Carlos Tarditi. La esca‑
la de la empresa no era conocida hasta entonces por los escultores mexicanos.
Arteaga ha aclarado que en aquella época sólo el arquitecto Albert Speer hizo
algo similar al reproducir a escala 1 a 1 una sección de la fachada de la Nueva
Cancillería para el Führer en Berlín.²⁶ En México, el jurado hizo montar las
maquetas, caminaron por los alrededores evaluando las siluetas, los claros‑
curos, el simbolismo, la cercanía con el espíritu nacional, la relación con el