Página 14 - 24_Octubre2013

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2013
ARCHIVOS SECRETOS
DE LA MUERTE DULCE
A LA CURACIÓN
EL ANTIGUO HOSPITAL DE SAN ANDRÉSY LA VANGUARDIA MÉDICA
COMO ES SABIDO, EL EDIFICIO QUE ALBERGA AL MUSEO NACIONAL DE ARTE FUE PRIMERO EL PALACIO DE COMUNICACIONES Y OBRAS
PÚBLICAS. SIN EMBARGO, ES POCO CONOCIDA LA HISTORIA DEL INMUEBLE QUE LO ANTECEDIÓ: EL HOSPITAL DE SAN ANDRÉS, QUE FUE
PIONERO EN EL TRATAMIENTO DE LA VIRUELA Y EN LAS CIRUGÍAS EN AMÉRICA LATINA. AQUÍ CONTAMOS SU HISTORIA.
C
aminar con sentido es sencillo,
un acto fugaz. Caminar por ca-
minar es peligroso, puede llevar
al tedio, al desierto del aburrimiento, a
la incertidumbre de la soledad, o peor
aún, a los ocultos senderos de un pasa-
do que nadie se atreve a recordar.
No hace mucho recorría los pasi-
llos del Munal, sin sentido, sin un por-
qué; y mientras me internaba a paso
sigiloso pude hallar las ruinas de un
pasado inquietante y misterioso. El lu-
gar donde reposa el Museo no sólo ha
albergado pinturas, curiosidades, ni ha
recibido únicamente a historiadores
o amantes del arte. En Tacuba 8 han
sucedido acontecimientos que para
cualquier paseante actual resultarían
inimaginables…en Tacuba 8 han sido
sepultadas muchas historias poco co-
nocidas.El descubrimiento que quiero
compartir es una historia oculta en
este antiguo lugar. Accederemos al
pasado ruinoso escondido por mucho
tiempo en el expediente médico secre-
to del Munal.
EL ARTE DE CURAR
Curar exposiciones es sólo una acti-
vidad reciente en las salas del Museo,
pero en los aposentos de Tacuba 8 se
practicó, por mucho tiempo, una cura-
duría más antigua: sanar enfermos.
Al llegar los viajeros intrépidos del
Viejo Mundo a tierras mexicas y fun-
dar la Nueva España, llegaron también
nuevas enfermedades. Los indígenas,
al ser acechados por terribles infeccio-
nes y afectados por las virulencias de
los invasores, requirieron asistencia
médica. Por ello, ya instalada la reli-
gión católica, los primeros clérigos se
valieron de la caridad para atender en
sus conventos a gran cantidad de en-
fermos procurando muertes menos
dolorosas. No obstante, la caridad ya
no bastaba para los albores del siglo
XVIII, pues los muertos eran dema-
siados; era preferible curar los padeci-
mientos y no procurar muertes dulces.
Dado que las afecciones a la sa-
lud se iban haciendo más complejas,
fue necesario desarrollar en la Nueva
España un estudio más riguroso de la
medicina, y tal fue la ambiciosa tarea
de los jesuitas. En 1732 grupos de
novicios de esta orden emprendieron
el proyecto de formar sociedades mé-
dicas en el colegio de Jesuitas de San
Andrés (la antigua casa del Dr. Don
Nicolás José de Torres, Catedrático de
Método de la Real y Pontificia Univer-
sidad), que estaba ubicado en el predio
donde ahora es el número 8 de la calle
de Tacuba.
Durante un largo tiempo este
espacio tuvo una función exclusiva-
mente para la formación académica.
Personajes ilustres de la cultura y las
ciencias médicas aportaban e inter-
cambiaban los conocimientos más
relevantes recién traídos de Europa.
José Antonio Alzate y José Ignacio
Bartolache, quienes habían realizado
estudios avanzados en la Academia de
Ciencias de París fueron los médicos
más representativos de la época. En
cuanto al primero, sus estudios sobre
geografía, botánica y zoología nutrie-
ron las mentes ávidas de ciencia en la
Nueva España, reforzándolas con la
publicación de sus famosas Gacetas de
Literatura. Respecto a Ignacio Bartola-
che, además de haber retomado con
inteligente maestría las enseñanzas de
Descartes para completar la doctrina
aristotélica, tuvo una colaboración
activa en los combates contra las epi-
demias que asolaban a la sociedad no-
vohispana.
Si la caridad tuvo su momento de
reemplazo frente al exceso de muertes
y en su lugar vino la especialidad de los
estudios médicos; ésta última fue, en
cierta parte, reemplazada por la urgen-
cia de la hospitalidad. En otras pala-
bras, los médicos dejaron las discusio-
nes en las aulas académicas y tuvieron
que pasar al quirófano para poner en
práctica todo lo aprendido. La causa:
una grave epidemia de viruela. Había
que fundar urgentemente un hospital.
EL HOSPITAL DE SAN ANDRÉS
En 1770 José Basarte, el comisionado
del colegio de Jesuitas de San Andrés,
propuso al Virrey Marqués de Croix
que dicho edificio fuera, además de un
colegio de ciencias médicas, un hospi-
tal. La petición se ignoró, pues fue el
propio Marqués de Croix quien, por
órdenes de Carlos III, se había encar-
gado de expulsar a los jesuitas radica-
dos en laNueva España tres años antes.
Si bien la tiranía venció, en gran
parte, a la sociedad de intelectuales y
científicos, no pudo hacer lo mismo
con la catastrófica epidemia de viruela
de 1779. Por ello, ya infestada la ciu-
dad por este virus mortal, el colegio de
Jesuitas fue puesto en función como
nosocomio: nacía, por tanto, el Hospi-
tal de San Andrés.
La enfermedad de la viruela está
impregnada en el rostro histórico de
la Nueva España. No puede imaginar-
se la noción de hospitalidad social sin
esta temible herencia epidemiológica.
Así mismo, no puede olvidarse que en
la época en que se fundó el Hospital
de San Andrés, al otro lado del mundo,
un poeta y médico rural inglés llama-
do Edward Jenner descubría, por vez
primera en la historia de la medicina,
el antídoto eficaz contra el virus.
Este descubrimiento innovador
definió el futuro de la hospitalidad en
México y el resto de América, pues
una vez traída a estas tierras la vacuna
de Jenner, el Hospital de San Andrés
se tornó el centro más importante de
atención de este padecimiento en el
continente.
En 1790, el Hospital de San An-
drés tenía ya 39 salas y alojaba 1,068
enfermos. Además, debido a su exce-
lencia en el tratamiento de enferme-
dades y habiendo eliminado en su to-
talidad la epidemia de la viruela, pasó a
ser, a inicios del siglo XIX, el Hospital
General de San Andrés.
“OASIS” QUIRÚRGICO
Después de la epidemia vino la calma.
El nuevo Hospital General de San An-
drés auspició muchos de los diversos
avances científicos de la época. Ade-
más, los estudios académicos fueron
retomados con ahínco.
La antigua medicina, denominada
polifarmacia, fue desplazada poco a
poco, dando paso a la práctica inno-
vadora de la cirugía especializada. Los
médicos realizaban operaciones en
cadáveres descritas en libros, las cua-
les estuvieron supervisadas y dirigidas
por el doctor Pedro Escobedo, quien
fuera, inclusive, el Primer Secretario
de la Escuela Nacional de Medicina e
inaugurara, en 1826, la primera cáte-
dra de operaciones.
En la primera mitad del siglo hubo
una explosión de sociedades médicas
» RACIEL RIVAS
Antiguo Hospital de San Andrés. Imagen cortesía de la colección Carlos Villasana / Raúl Torres.