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agosto
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2013
EL CONSTRUCTOR DE SENDEROS
FONDO RICARDO PÉREZ ESCAMILLA EN EL MUNAL
EL CONSTRUCTOR DE SENDEROS
Al más puro estilo de las bibliotecas borgianas, Ricardo Pérez Escamilla con paciencia y brillantez intelectual, dio forma a uno de los fondos documentales más
importantes en el panorama nacional. Celebramos en estas líneas, la decisión de su familia y de nuestras autoridades culturales de elegir al Museo Nacional de
Arte como punto de encuentro entre la vasta biblioteca Pérez Escamilla y los amantes del arte que quieran perderse entre sus intrincados laberintos.
»
FERNANDO CORONA
T
oda biblioteca constituye una his-
toria de afanes y miradas puestas
en la ejecución de transformarse
en lectura. Sin embargo, mien-
tras que éstas conforman la larga fila
de quienes se han acercado a abrir las
páginas, ya por curiosidad pasajera, ya
por vivo interés, aquéllos –los afanes–
son el fruto de la paciente labor de
una mente dedicada. ¿Y qué decir de
los estantes? Hay unos que desde su
origen albergan la caprichosa lógica de
los antojos o las ocurrencias; otros hay
que tienen que esperar largos períodos
para ver llegar por fin a sus espacios el
orden de un orquestador de las ideas;
unos más se llenan simplemente por
la insistencia de un coleccionista que
no cesa de hacer llegar al almacén más
semillas para el hambre del mañana.
Don Ricardo Pérez Escamilla se
distinguió, ante todo, por esto últi-
mo. Vivía entre sus libros. Vivía en su
biblioteca. Y su cometido de colec-
cionista no se quedó sólo en las obras,
sino que éstas mismas implicaban una
subtarea en el mismo sentido: no po-
cos ejemplares dan cuenta de su afán
de reunir libros con dedicatorias, evi-
dentemente de los propios autores de
los títulos o incluso, en el caso de los
antiguos, de inquisidores. De igual for-
ma, una duplicidad de su coleccionis-
mo está en la tarea de contar con dos
ejemplares (incluso más, a veces) de
la misma obra. También se afanó por
contar con ediciones primeras.
Desde la mención que hiciera en
marzo de 2008, en el diario
La Jor-
nada
, sobre su voluntad de ubicar el
acervo en un lugar especial, mostran-
do especial inclinación por el Munal,
cincuenta y siete meses transcurrieron
para que, en diciembre del año pasado
(poco más de dos años después de la
muerte de don Ricardo), se concreta-
ra esta visión. Así, gracias a la compra
que hiciera el Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, arribó a nuestro
recinto este acervo conformado por
materiales dedicados, en gran medida,
al arte mexicano y popular. Reperto-
rio biblio-hemerográfico que ha sido
sitio de encuentro para la indagación
y la pesquisa por parte de diversas
personalidades en el ámbito de la cul-
tura, como Octavio Paz, Raquel Tibol,
Carlos Monsiváis y Francisco Toledo,
es una colección en la que cada libro
tiene su peso específico, desde los
impresos renacentistas, barrocos y
decimonónicos, hasta los tratados de
pintura y las revistas que son pilares
para la comprensión de los movimien-
tos artísticos en México desde hace
más de un siglo. En varios de ellos sale
a relucir el
ex libris
de un Adán y una
Eva cubriéndose con páginas de libros
en vez de con hojas de parra, diseño
que Pedro Fridenberg creó para don
Ricardo.
A C E R V O H UMA N Í ST I C O
En definitiva, al entrar a esta biblioteca
asistimos a un acervo enteramente hu-
manístico, donde desfilan los rubros
temáticos de arte prehispánico, arte
popular mexicano, historia de México
e historia universal entre diccionarios,
monografías, tratados y estudios im-
portantes de arte europeo, norteame-
ricano y latinoamericano; asimismo,
libros para público infantil ilustrados
por artistas de la talla de Angelina Be-
loff, José Chávez Morado, José Guada-
lupe Posada, Fermín Revueltas, María
Izquierdo y Diego Rivera, del cual
destaca el
Fermín lee
, obra que inició a
don Ricardo en el arte; otro tanto cabe
decir de
México en la cultura
, un suple-
mento que ya es un clásico y que fue
dirigido por Fernando Benítez entre
los años 1948 y 1961, y del cual Pérez
Escamilla afirmaba también que había
aprendido todo. Asimismo, el visitante
puede encontrar las publicaciones del
Instituto de Investigaciones Estéticas
de la unam, lomismo que libros sobre
una diversidad de artistas, entre los
que por supuesto sobresalen José Gua-
dalupe Posada, Roberto Montenegro,
José Clemente Orozco, Diego Rivera,
David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo,
Gabriel Fernández Ledesma y Rufino
Tamayo. Y lo más importante es que
estas obras acopiadas con paciencia y
conocimiento están ahora a disposi-
ción del público como material de lo
más representativo que se ha acopiado
en México en los últimos años.
En este sentido, hay que resaltar
las palabras de don Ricardo en cuanto
a que “una biblioteca que no se con-
sulta no sirve para nada”, razón que lo
llevó más de una vez a referir abierta-
mente a la prensa su interés por tratar
de buscar para su acervo justamente la
estantería de la biblioteca del Munal,
donde sentía que podía encajar muy
bien su vocación de entrega tanto con
la juventud de los estudiantes como
con los connotados intelectuales. Y es
que basta recordar algunas de las céle-
bres reuniones semanales que sostenía
el coleccionista con escritores como
Carlos Monsiváis o Elena Poniatows-
ka, lo mismo que con el caricaturista e
investigador de la iconografía nacional
del siglo xix, Rafael Barajas “El Fisgón”,
quienes se abastecían de referencias en
este acervo.
Casi quince mil títulos de libros y
más de once mil revistas componen
este acervo que cuenta la historia de
una mente infatigable y extraordinaria.
Quienes hemos tenido la oportunidad
de recorrer estanterías trabajando en
ellas hemos sentido el vértigo que más
de una vez sintió Jorge Luis Borges
en sus babélicas bibliotecas (y no me
refiero solamente a la de su cuento cé-
lebre, sino a las reales, como la Biblio-
teca Nacional de Argentina, donde la-
boró). Y caminando por ellas no tarda
uno en lamentarse de contar con tan
pocos años de vida para tanta página
por leer. ¿Entonces cómo, cuándo y
qué consultar? Don Ricardo conocía
los recovecos, las rutas y los atajos de
sus senderos de lectura como un geó-
grafo los distintos elementos de una
topografía. En su casa, y sobre todo en
su mente, estaba la carta de los rum-
bos que da cuenta de los intereses, los
afanes y las pasiones de una vida, hoy
puesta a disposición de multiplicidad
de ópticas.
Ricardo Pérez Escamilla perte-
neció a esas mentes constructoras de
senderos que bogaban de un libro a
otro, de una temática a la siguiente (o
a la contraria incluso), de intuición en
intuición, de un descubrimiento hacia
una hipótesis, conmayor rapidez y afán
que la de los actuales hipervínculos en
las enciclopedias virtuales. No era sólo
información lo que ataba los cabos: una
sapiencia flotaba por encima de ese or-
den, estableciendo hilos conductores
insospechados y ágiles entre los títulos
que descansaban en los estantes. Fami-
lias enteras de libros componen una
curaduría por sí misma en cualquier
área temática. No hay prácticamente
cuestión que consulte un investigador o
un estudiante sobre el arte nacional que
no encuentre una respuesta oportuna
en este acervo. Más aun, es común que
el propio orden de este acopio propicie
nuevas y oportunas investigaciones
por sí mismas, porque don Ricardo
reservaba, además de libros, revistas y
documentos, anotaciones propias para
futuras curadurías e investigaciones.