Página 22 - 20_Julio2013

Versión de HTML Básico

22
munal.gob.mx
|
julio
|
2013
CINE
C
uan-
do
llama-
mos “naturaleza muerta” a
esos cuadros poblados de cosas (una
guitarra, dos peras, tres botones, cuatro
cuchillos, un alacrán y muchos etcéte-
ras) no le estamos haciendo justicia a
obras rebosantes de luces más que de
sombras. La culpa del absurdo parece
ser de los franceses y de Diderot, por-
que antes de que a ninguno se le ocu-
rriera el término de “nature morte”, el
género era simplemente el de las
cose
naturali
para los italianos o
Stilleben
para los alemanes, cosas naturales para
los unos, vida quieta para los otros, vida
al fin y al cabo.
Pero hagamos a un lado la historia
de las palabras y las etimologías y entre-
mos enmateria. Si a esta naturaleza se la
categoriza comomuerta, natural o calla-
da, es sólo por su rasgo más definitivo:
la ausencia de la figura humana y la pre-
Los cinco sentidos en
laalacena
oelBodegón
confrutasde
Hermenegildo
Bustos
sencia
ubicua de
seres inanimados;
aunque también encon-
traremos otras obsesiones, otras
hermandades, que los artistas han
cultivado en porciones que podría-
mos llamar subgéneros. Así, existe
el subgénero trampantojo o
trompe
l'oeil
, el subgénero
vanitas
. Los ale-
manes incluso —bajo el inlfujo de
algún demonio kantiano—agregan:
subgénero flornaturaleza muerta,
lujonaturaleza muerta, bosquena-
turaleza muerta, comidanaturaleza
muerta, etcétera.
En todo caso, esta última cla-
sificación es la que nos interesa: el
bodegón propiamente dicho o co-
midanaturaleza muerta, género de
los lujos de la carne. Ya sea que lo pensemos
lleno —ahíto— o a mezquinas mitades, este tipo
de cuadro suele contener piezas apetitosas, racimos de fru-
tas suculentas, viandas frescas de animales a destajo (aunque hay
desde luego excepeciones:
los lienzos de Caravag-
gio, por ejemplo). Pero
¿cómo entran sucu-
lencias y apetencia a
nuestros ánimos?
¿por qué se nos
aparecen ape-
tecibles, an-
tojadizas y
di s f r uta-
bles? Si el
pintor no
puede valer-
se de la boca
ni la nariz del
espectador,
en-
tonces debe lograr
el sometimiento de
sus ojos. En este proble-
ma, cine y pintura se ven
unidos por la difícil tarea
de la representación y atrac-
ción de los sentidos, con sólo la vista
como aliada. Es cierto que el cine
adelantó el sonido en ventaja de
algunas de esas relaciones pero,
en este caso concreto, para la
satisfacción del apetito, ganar
el oído no puede ser más
que una victoria pírrica.
Resulta entonces que
los cineastas —como
los pintores y artistas
plásticos—han tenido
que apostar al brillo del
color, a la redondez y a la
finura de las líneas, a los aro-
mas escondidos detrás de la
memoria de un trazo o un obje-
to, para traducir sus imágenes al
lenguaje y al arte de la buena mesa.
Este mes en el Munal presenta-
mos cuatro películas con tema vivaz de
bodegón y alacena.
Cilantro y perejil, De-
liciosa Marta, Cinco sentidos
y
Un toque de
canela
, que desfilarán por nuestro cineclub
con su invitación al tacto, al olfato y al gus-
to. El último filme
Politikí kouzina
—ano-
dina e injustamente traducido al español
como
Un toque de canela
, o con peor fama
y fortuna en México como
El sabor de la
vida
— nos sitúa en el problema de la vida
de los objetos que no sólo no están muer-
tos sino que apuntan urgentemente hacia
la vida humana. La historia, escrita y dirigi-
da por el turco Tassos Boulmetis, une polí-
tica y vida dentro y fuera de una franja del
mundo en la que para digerir el día a día
hay que valerse de algunos condimentos
indispensables: el amor, el odio, la ciudad.
El mexicano Hermenegildo Bustos
también nos ha dejado un guiño políti-
co en sus bodegones —si entendemos
la política a la usanza de sus invento-
res los griegos y su idea de comunidad
y patria—; una rana, un alacrán, una
sandía a medias devorada... Que valgan
estas reflexiones políticas y mortifican-
tes como invitación para los curiosos
y los amantes de la muda existencia de
esos seres que no poseen savia humana
pero de cuya presencia nos alimentamos
quienes nos preciamos de pertenecer a esa raza
terrenal, mortal y efímera, un poco cósmica de los
hombres pero, sobre todo, de las cosas hechas por mano de
hombres.
CONSULTA CARTELERA
Hermenegildo Bustos,
Bodegón con alacrán
, 1874