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Núm. 7
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agosto
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2012
Concluye su periodo de formación en la Academia y es nombrado profesor en la Escuela Nacional
de Bellas Artes. Se casa con Luz Sánchez Armas Galindo. Lleva a cabo
La Alameda de México.
1868
Pintor consagradodel génerodepaisaje
académico, profesor eméritode laantigua
AcademiadeSanCarlos y definidor
artísticopor excelenciade los signos
arquetípicos de la identidad territorial
deMéxico, JoséMaríaVelascoes esto y
más. Polifacético comopocos,más allá
de la recreación sensibledebucólicos
y pausados panoramas excepcionales
instalados en lamemoria colectiva, en
Velascoexistieronotras facetas igual de
memorables enel campode la fusión
entrearte y ciencia.
D
evoto miembro de la So-
ciedad Católica Mexicana,
José María Velasco fue un
actor ideológico del paradigma de
su época, entre la tradición dogmá-
tica de la sociedad conservadora y
la racional explicación empírica del
universo, en el marco de la era del
progreso positivista y la fe por la
modernidad tecnológica en el últi-
mo tercio del siglo
xix
. Genio y fi-
gura de verdad hasta la sepultura,
el paisajista escaló a la presidencia
de la Sociedad Mexicana de Histo-
ria Natural y fue un creativo ilustra-
dor de la revista de esta sociedad
científica:
La Naturaleza
; al tiempo
fue dibujante y pintor del Museo
Nacional (de etnografía, historia y
arqueología) y de su gaceta Anales;
así como miembro del Instituto de
Geología de México en las postri-
merías del Porfiriato.
El conjunto de actividades que
Velasco desempeñaba en la cultura,
las artes y la ciencia, se detuvieron
fatídicamente el 26 de agosto de
1912. A sus bien vividos setenta y
dos años, murió de angina de pecho
con un fuerte dolor en el brazo que
lo agobiaba desde tempranas horas
de la mañana. Fue atendido por su
hermano Antonio, quien era doctor.
La investigadora María Elena Altami-
rano, descendiente del pintor, nos
narra que “a las cuatro y veinte de
la tarde, rodeado por su esposa, sus
hijos y sus nietos, y su confesor, José
María Velasco apoyó la cabeza en el
respaldo del sillón [dispuesto en la
sala de su casa de la Villa de Gua-
dalupe], y cerró los ojos para siem-
pre” (
Homenaje Nacional
, t.2, Munal,
1993, p. 498).
En este ensayo conmemorativo
del centenario luctuoso, me he pro-
puesto de forma reducida describir y
desentrañar el asunto de siete pintu-
ras y acuarelas del insigne paisajista,
obras magistrales exhibidas y depo-
sitadas como acervo constitutivo en
el Museo Nacional de Arte (Munal).
Las piezas seleccionadas transitan de
la interpretación poética y sugestiva
a los contenidos interdisciplinarios
de la arqueología, la paleontología,
la botánica y la historia.
Observación científica
El precepto teórico para que el pin-
tor de paisaje “naturalista” se cultiva-
ra de la observación científica y así
ampliar sus recursos en la tarea de la
representación de todo lo habido y
por haber en el cosmos, a través del
aprendizaje de zoología, de las con-
diciones atmosféricas [meteorología],
de geología, botánica, etcétera, fue
inculcado en Velasco a partir de las
lecciones del plan de estudios para
la disciplina impartidas por su profe-
sor, el italiano Eugenio Landesio. El
europeo, como primer director de la
cátedra independiente de Perspecti-
va, Paisaje y Ornato en la Academia
de San Carlos desde 1855, opinaba:
“El joven que quiera volverse un pintor
general [a la pintura de paisaje le llama-
ba general y a la de figura particular],
supuesto que existan en él todas las
calidades que se requieren, es decir:
genio, entusiasmo, constancia, dili-
gencia sin ninguna sombra de pereza,
buena conformación de ojo, apta a
leer las finuras de las sombras y de los
colores, junto a una fina sensibilidad de
alma, y proporciones para que pueda
dedicarse enteramente al estudio sin
pensar en la subsistencia; será bueno
que después de aquellos estudios que
son comunes a un joven fino, cursar
matemáticas, física, química e historia
natural [entendiendo todas las disci-
plinas que encierra historia natural]”
(Memoria, núm. 5, Munal, 1992, p. 76).
Estas líneas resumen el com-
promiso ideológico del profesor
como maestro de paisaje; su disci-
plina y lo estricto que debió de ha-
ber sido, pendiente de hacer de sus
discípulos verdaderos eruditos
que enaltezcan la profesión
de pintor de paisaje como
un género no menor. Bajo
este rigor académico, fue así
que Velasco comprendió y se
cultivó, primero, en el cono-
cimiento de las ciencias natu-
rales, tomando clases en sus
tiempos libres en el lugar en
que las impartían, en la Escuela
de Medicina, que entonces estaba
en el ex palacio de la Inquisición
–en la Plaza de Santo Domingo–,
V
íctor
T. R
odríguez
R
angel
para posteriormente empaparse de
las ciencias sociales como la historia,
la arqueología y la etnología.
Mucho se ha escrito sobre la ma-
nera en que Velasco despuntó supe-
rando a sus condiscípulos como
alumno en la Academia, así
como la ascendente maestría
de los cuadros que presentó
en las distintas exposicio-
nes periódicas del plantel
durante las décadas de los
sesenta y setenta del siglo
xix
, por lo que fue entonces
evidente que Velasco era el
suplente natural del italiano.
En el año de 1877, luego
de algunas complicaciones bu-
rocráticas en los años previos,
finalmente nuestro pintor asu-
mió el cargo de todo el ramo de
pintura de paisaje en la Academia.
Se ocupó de un reto que le signifi-
có invertir toda su atención laboral,
no obstante fue en aquel momento
que aceptó la invitación para cola-
borar como ilustrador para las labo-
res de la representación visual de
objetos y sitios arqueológicos en el
Museo Nacional.
De estas actividades se despren-
de la realización de muchas obras
velasquinas con asuntos propios de
la materia y de las cuales algunas
pinturas y acuarelas como
La pirá-
Homenaje por el Centenario luctuoso de José María Velasco: 1912 - 2012
mide del Sol en Teotihuacán, Baño
de Nezahualcoyotl, Vaso Azteca
y
Olla Azteca
, que en su momento
fueron comisionadas por el Museo
Nacional y conservadas como parte
de su acervo, se encuentran ahora
en los fondos del Munal.
En un estudio titulado
José Ma-
ría Velasco y el dibujo arqueológico
,
Carlos Martínez Marín consigna que
Velasco fue formalmente nombrado
“Dibujante del Museo Nacional” el
20 de julio de 1880, propuesto por el
director Gumersindo [o Gumesindo]
Mendoza,
quien argumentaba ante
el Ministerio del que dependía, la
Secretaría de Justicia e Instruc-
ción Pública, que lo proponía
por ser persona competente
para ese objeto y que ha eje-
cutado satisfactoriamente los
trabajos que se le han enco-
mendado en ese Establecimiento
(
Homenaje José María Velasco
,
UNAM, 1989, p. 205). Sin embar-
go, desde 1877 venía colaborando
como invitado para el Museo y para
la publicación
Anales
.
José María Velasco.
Pirámide del Sol en Teotihuacán,
1878.
José María Velasco,
Baño de Nezahualcoyotl,
1878.
José María Velasco,
Vaso azteca.
Acuarela sobre papel
José María Velasco,
Olla azteca.
Acuarela sobre papel.