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NÚM. 6
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JUL IO
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2012
El 9 de julio nació en Aguascalientes
Saturnino Herrán
, para algunos el antecedente del muralismo
mexicano; en su obra refleja el arte popular y al México legendario, colonial y prehispánico.
1887
A R T I S T A D E L M E S
Víctor T. Rodríguez Rangel
N
ació en Coyoacán el 6 de
julio de 1907 y falleció en
la misma y pintoresca villa,
de la periferia de la Ciudad de Mé-
xico, el 13 de julio de 1954. Hija del
fotógrafo alemán Guillermo Kahlo,
quien sobre ella en cierto momento
expresó: “Frida es la más inteligente
de mis hijas. Ella es la que más se
parece a mí” (según Hayden Herrera,
Frida.
A Biography of Frida Kahlo
).
Las palabras Frida Kahlo en
nuestros días son entendidas como
todo un concepto, de una celebri-
dad
post mortem
, más que significar
el nombre de una pintora mexicana
del siglo xx que ocupó, con su plás-
tica, un lugar reconocido en el con-
cierto de los extraordinarios artistas
nacionales que, con sus múltiples
lenguajes estéticos y sus genialida-
des, marcaron una época dorada del
arte mexicano posrevolucionario.
La imagen, la vida y la obra de
Frida, como personalidad, leyenda
y legado tangible, son un icono uni-
versal del siglo xx, y es un símbolo
consular de México y de lo mexica-
no. Su trascendencia podemos de-
cir que tiene ese orden de recono-
cimiento entre el público mundial:
la estampa idealizada de su figura,
la dupla con su marido Diego Rive-
ra, los avatares de su existencia en
constante lucha física, ideológica
y de género, así como el conteni-
do de su producción pictórica. No
se trata de que su obra se eclipse
ante sus otras poderosas cartas de
presentación, lo que ha ocurrido es
lizada
, en particular la sección de
las obras que hacen hincapié en los
discursos plásticos sobre el proceso
de desarrollo de la sociedad urbana
y el paisaje citadino.
En la obra, unos desolados te-
jados urbanos, geométricos y cúbi-
cos, con matizados tonos pastel, se
yuxtaponen con sus rítmicas chime-
neas, de algunas calderas domés-
ticas, al poste en encendido tono
carmesí que conduce los cables de
luz y telegrafía. El fondo es un cielo
despejado con una vibrante y espe-
ranzadora tonalidad azul. La estruen-
dosa vida cotidiana de la ciudad es
acallada en este dilatado y tranquilo
paisaje urbano, desprovisto de per-
sonas, pero con la sugerencia de la
vida diaria en las azoteas. Se trata de
una obra de su etapa juvenil, antes
de conocer a Diego Rivera, pero que
ya manifiesta un razonamiento plás-
tico maduro y genuino.
que, como fenómeno sociológico,
su historia ha rebasado las fronte-
ras de lo plenamente artístico, in-
gresando al rubro de lo novelesco
y como estandarte de otras luchas.
La pintura de Frida tiene espon-
taneidad, atributos natos y técnicos
formativos; pasión, magia y, sobre
todo, originalidad. Es difícil clasi-
ficar su trabajo en el marco de las
tendencias de las vanguardias inter-
nacionales de la primera mitad del
siglo pasado. No es surrealista, no
es metafísica, futurista, expresionis-
ta, ni mucho menos abstracta. No
es neofigurativa, porque sus moti-
vos pictóricos son veristas; pode-
mos reconocer fácilmente la índole
de sus figuras, pero tratadas con
una intencionada ingenuidad. Son
naíf
, como pintarían los niños o
los modestos artistas espontáneos
de algún pueblecillo. Ante esto, se
alineó a un claro movimiento o
rebelión de los artistas “cultos” de
la época por las resoluciones aca-
demicistas. Nada tiene que ver con
sus contemporáneas destacadas,
como María Izquierdo, Leonora Ca-
rrington, Remedios Varo o con las
fotógrafas surrealistas Tina Modotti
y Katy Horna.
En las más reconocidas obras,
Frida se autorretrata y se auto san-
tifica como madona dolorosa por
la tragedia y como mujer moderna
que lucha contra las ataduras so-
ciales; es una transfigurada Virgen
de la cultura sincrética mexicana,
que alude a los ídolos del mun-
do prehispánico náhuatl. En sus
composiciones hay frutas, flores,
exóticos animales y villas rústicas
mexicanas en la dicotomía entre la
tradición y la urbanización. Sus cua-
dros son deseados por muchos de
los museos del mundo, por lo que
el Munal se enorgullece de contar,
desde hace dos años, con una obra
de Frida Kahlo en nuestro acervo y
en la exhibición permanente de la
sala 31: producto del Comité para
la Adquisición de Obras con Valor
Artístico del inba/2010, a través de
la justificación del Munal por tener
en sus colecciones un Frida.
En el recorrido del siglo xx,
Es-
trategias plásticas para un México
Moderno
(salas 27 a la 31), brillan
algunas de las producciones pictó-
ricas más famosas por artistas de
la talla de Saturnino Herrán, Ángel
Zárraga, Dr. Atl, Clausell, Montene-
gro, Cano Manilla, Rivera, Orozco,
Siqueiros y Tamayo, entre otros;
esto es uno de los más grandes
atractivos del Munal, a lo que se
sumó la presencia de Frida Kahlo
a través de la obra
Paisaje urbano
,
con lo que se refuerza el periodo
y se apuntala uno de los temas de
la sala 31,
La vanguardia naciona-
Ahora toca el turno a la
enigmática Magdalena Carmen
Frida Kahlo Calderón, nuestra
Frida, ya que en el mes de julio
se conmemoran su natalicio
y su muerte. El Munal sumó
recientemente a su acervo
un cuadro de esta pintora
inclasificable.
Frida Kahlo (México, D.F., 1907- 1954)
Paisaje urbano, ca.
1925
Óleo sobre tela
Acervo Munal