NÚM. 6
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JUL IO
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2012
18
El 6 de julio nació en Tepic, Nayarit,
Rocío Maldonado
, pintora y dibujante de vena posmoderna; hizo
sus estudios en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”.
1951
M I R A . . . L E E
Al respecto del ámbito de las
vanguardias y el contexto que las
acompaña, ¿con qué ojo, con qué
óptica siente Óscar de la Borbolla
un impacto más directo con estas
experiencias: el ojo filosófico, el ojo
literario, el recuento de ambos?
Mira, regularmente frente a todas
las piezas de un museo me planto
con mi mayor ingenuidad, igual
que cuando leo un libro, lo leo
como un lector común y corriente,
porque creo que ése es el ojo desde
el que se aprecia mejor al artista.
Ya cuando me invitan a presentar
un libro o tengo que dar clases de
un libro en la carrera de literatura,
adopto una distancia y, cuando me
invitan a hablar de unas obras que
disfruté en su momento y tengo
que conceptualizar, el objeto se
me vuelve ya un objeto de análisis
intelectual, pero creo que lo que me
da un dato mucho más auténtico de
mi experiencia frente a la obra es
plantarme ante ella y ver: “¡ay, qué
raro!” o “¡ay, qué bonito!” Este tipo
de expresiones sencillísimas me
salen y son las que me gusta que me
provoquen; ya después me pongo
inteligente, y me pongo inteligente
porque me contratan para ponerme
inteligente.
Estando frente al experto en las
“ucronías” y en el humor –que no
es igual que la comicidad, pues
requiere todo un sesgo un tanto
siniestro, una mirada aguda–,
¿qué papel juega el ingrediente del
humor, la ironía, el sarcasmo, en
todo esto?
Yo creo que está presente. Hay una
mirada de humor. En la zona del
agua de
Una semana de bondad
de Max Ernst
, por ejemplo –creo
que es el lunes–, donde está la
mujer como protagonista, todas las
mujeres que aparecen ahí están bien
y todos los hombres que aparecen
están muertos; hay como una
especie de mensaje velado de que
las mujeres son perversas, hay ese
mensaje oculto. Y sí noto un gusto
provocador: encauzar, no espanto –
por acá hay uno de una gaveta que se
abre y hay uno como cadáver, pero el
contexto no me termina de parecer
siniestro–, sino más bien como una
broma. Y tienes razón: una cosa es
lo cómico y otra cosa es lo siniestro
o el humorismo, y el humor nace de
un desencanto; y yo creo que en el
fondo cualquier artista auténtico, al
intentar suplantar las cosas que hay
con otras, es porque esto que hay no
le gusta y está medio desencantado
en una cierta continuidad.
¿Qué tanto es necesario –como lo
expresó en su momento Alfonso
Reyes, hablando “Contra el museo
estático”–, experiencias de este
tipo que desacralicen un poco la
idea de que a los museos se va
como a los templos antiguos?
Yo estoy totalmente convencido. La
peor actitud que puede uno tener
ante el arte es la de la admiración
que sacraliza, porque entonces se
lanza al artista a un Olimpo y hace
que el espectador, en lugar de
quedar invitado a seguir por esa
línea, se quede inhibido y pensando
que forma parte de un subgénero
de seres humanos incapaces de
eso. Cualquier puente que haga
que una manifestación artística se
acerque más a la gente, yo creo que
es de aplaudir, porque estoy casi
convencido de que se aprende mejor
o se despierta mejor el gusto por leer
cuando se escribe; no se le agarra
amor a la lectura cuando se lee, sino
se le agarra amor a la lectura cuando
se escribe, cuando uno desde el
lado del que escribe se da cuenta
de lo que representa la literatura; se
entiende mucho mejor una muestra
pictórica cuando se hace un dibujo
y entonces sí se aprecia mejor, y
cuando se pone un mediador como
en este caso, como otras pláticas,
que dé una apreciación de lo que
para él representa la muestra, los
que vienen de espectadores creo que
se dan cuenta de que ellos también
tienen su impresión, entonces como
que se rompe este foso de respeto
sacrosanto. No hay que tocarlas, eso
sí, porque se gastan, pero verlas de
distintos ángulos, darse las vueltas,
que pongan sillas así como para
proyectar, el hecho de que saquen la
muestra a través del internet y que
pongan un portal y se pueda ver me
parece magnífico. Incluso la sala que
está por allá, donde pasan el video,
me parece también espléndido,
porque son maneras de ver más
cómodo. Yo hasta me compré mi
libro para estar sentado viendo;
claro, no es lo mismo que verlas en
persona, pero la idea de pensarle un
poco, darle vueltas, tenía que estar
obviada, botarlo ahí, olvidarme de él
un rato y luego leerlo, o sea, lo que
debía de despertarse es un hábito
por frecuentar el museo, y además
frecuentarlo como si fuera una
extensión de mi casa, un servicio
público que termina dándome tanto
como una cancha en un parque o
como un restorán, un café: entrar
aquí y ver los cuadros de acuerdo
con el menú personal, los que me
gustaron y volver a verlos.
C
on los momentos más crudos del
inicio del filme
Goya’s Ghosts
(
Los
fantasmas de Goya
, o bien
Goya y la
Inquisición
), de Milos Forman (2006),
dio inicio el 2 de junio la sesión que
abriera el mes en el programa Mira…
lee, al interior de la sala 12 y en alu-
sión a la obra plástica de un anónimo
mexicano intitulada
Un auto de fe en
el pueblo de San Bartolomé Otzolote-
pec
, “cuadro único en todo el territo-
rio hispanoamericano por su temáti-
ca”, como lo describe la Guía: Museo
Nacional de Arte en el comentario
correspondiente (p. 12). En ese mar-
co, la Subdirectora de Investigación
de Acervos en la Cineteca Nacional,
Catherine Bloch, historiadora y en-
sayista en temas de cine, seguridad
social, política e historia de México,
abrió un escenario provocador, crítico
y emotivo llevando las pantallas cine-
matográficas al diálogo con la pintu-
ra.
El santo oficio
, de Arturo Ripstein
(1973), y
La pasión de Juana de Arco
,
de Carl Theodor Dreyer (1928), hicie-
ron que la sala se convirtiera en sala
de expectación y de debate en torno
de la fe y sus incidencias.
Posteriormente, el sábado 9, el
artista multidisciplinario Docktor Mo-
rris, quien cuenta con más de veinte
exposiciones colectivas e individua-
les en México, España y Francia, en-
tre otros países, hizo de la sala 13 del
Museo Nacional de Arte un espacio
donde, enmarcado por
La Purísima
Concepción
, de Isidro Carnicero, hizo
posible entresacar de lo religioso y
evangélico –en el contexto católico–
la figura de la Virgen para develarla
como la Gran Madre: la mujer por
antonomasia, la madre y la matrona,
Tonatzin y Afrodita, Venus romana y
Venus de Willendorf, la mujer común
y la mujer del arte, terreno donde
también se sacraliza y donde cobra
dimensiones divinas.
También con mujeres se forjan
monumentos ideales y continentales,
como es el caso de las esculturas de
Pedro Patiño Ixtolinque:
La Libertad
y América
, elementos fundamentales
para que el escritor y orador Gerardo
Solano abriera un escenario retórico,
poético y musical enmarcado por
ambas columnas pétreas y femeninas.
El espectador recibió de Solano no
sólo un recuento de la vida y obra
del escultor, sino la posibilidad de ver
surgir de ambas formas, como de un
manantial, las múltiples posibilidades
que el fin de siglo xviii y el inicio del
xix vivenciaron: heroísmo, arrojo, har-
tazgo, entrega y, sobre todo, emanci-
pación del alma.
Es éste el marco también que
abordara el poeta y ensayista Obed
González, autor del libro de ensayo
El cine mexicano del siglo XX, es-
tampas de una negación nacional.
Mediante su línea creativa relaciona-
da con la
poiesis
como detonante de
la creatividad y el cine como reflejo
del proceso social, llevó a los asis-
tentes al Museo Nacional de Arte ha-
cia la comprensión de la alegoría pa-
triótica que inició con el movimiento
independentista, pero que nutrió el
espíritu de lo mexicano en búsque-
da de una identidad que, en el fondo,
no era sino siempre y fielmente una
mixtura, un sincretismo que peleó
consigo mismo para reencontrarse y
comprenderse.
Finalmente, la poeta Angélica
Santaolaya, egresada de la licencia-
tura en comunicación de la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México,
así como maestra en historia y etno-
historia por la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, hizo transi-
tar al público a través del mundo de
las letras realizando engarces con la
historia como un lenguaje que co-
munica con ese lado oscuro, donde
todos los seres humanos alguna vez
hemos habitado, para manifestarnos
las dos caras del mundo. Justamen-
te, a través de la escultura Mercurio
adormeciendo a Argos, de Felipe
Sojo, Santaolaya hizo posible llevar
la mente de los escuchas al otro
terreno sagrado de las artes: el del
mito, el de Mercurio adormeciendo
al monstruo no precisamente lle-
no de ojos, sino –como puntualizó
Jorge Luis Borges– hecho de ojos
(“como si esos ojos fueran su tejido
orgánico”).
Entrevista por
Fernando Corona
Reseña Mira...lee junio 2012
CONTRA EL MUSEO
ESTÁTICO
DE LA FE A LA MITOLOGÍA:
de lo divino a lo patriótico
Conversación con el escritor Óscar de la
Borbolla, a partir del programa “Jueves
de Arte y Literatura”, y de la exposición
Una semana de bondad, de Max Ernst.
28 de octubre de 2010.
Oscar de la Borbolla, escritor y filósofo de las "ucronías".