"Posada creó el grabado genuinamente mexicano, y lo creó con rasgos tan fuertes, tan raciales, que puede parangonarse con el sentimiento estético de lo gótico o lo bizantino, pongamos por caso. Por eso mismo, por su alcance universal de obra no subjetiva, se quedó obra anónima." Jean Charlot, 1925

NÚCLEO 2

Tras el fin del movimiento armado en 1910 México se enfrentó a una nueva configuración integral de sus valores. En este contexto un número importante de intelectuales, americanos y europeos, mantuvo un intercambio fértil que permitió la consolidación de un nuevo sistema de valores artísticos. En un artículo publicado en 1925, en Revista de Revistas, donde Jean Charlot definió la obra de Posada como germen del arte moderno mexicano. Junto con el Dr. Atl y Charlot otros artistas e intelectuales como Diego Rivera, Anita Brenner y Frances Toor se ocuparon, cada uno desde su ámbito, de asimilar la producción de Posada al programa artístico mexicano. En 1930 la iconografía de Posada ya había sido insertada en los programas de una parte importante de la nueva generación de artistas, consolidando su institucionalización. En el lapso de casi veinte años la producción visual de Posada adquirió un nuevo estatus, provocando no solamente una transformación de la producción visual del siglo XX sino también un nuevo significado de su trabajo, convirtiéndolo en dispositivo transmisor de la memoria colectiva y de la estética mexicana.

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