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Saúl E s par z a
sus raíces y con su tradición cultural. Sin embargo la alternativa exigió la
introducción de otros componentes para lograr su empresa: “Los conceptos
de abstracción y espiritualidad, con los que tenían que enfrentarse […] se
habrían vuelto obsoletos en razón de su excesiva pureza.
De ahí la nece-
sidad de recuperar valores de impureza, extravagancia, ‘informalidad’,
ironía, absurdo, máxima expresividad e intensidad; valores asociados a
unos símbolos de poder, el poder de la pintura como metáfora del poder
sobre el mundo
”.
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Estas tendencias conformaron un clima artístico internacional cuya
influencia fue determinante en la configuración de sus contrarréplicas
mexicanas: el neomexicanismo —que a tono con las tendencias revivalistas
dirigió su mirada a la iconografía folclórica mexicana y gozó de un inmedia-
to éxito internacional— y el neoexpresionismo transvanguardista, de un
lenguaje más identificable con el internacional que, exento del efecto in-
mediato que suele acompañar el empleo de rasgos pintoresquistas, posee-
ría su propia complejidad. Los neoexpresionistas optaron por un lenguaje
plástico a la manera que recientemente habían mostrado los transvanguar-
distas o los Nuevos Salvajes; quienes de acuerdo con la tendencia posmo-
derna hacia el reciclaje, tomaban prestado de la larga tradición pictórica que
les precedió cuanto fue útil a la expresión de sus cuestionamientos perso-
nales, así como a la de sus delirios y desencantos.
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Por otra parte, en
México, tras el dominio de los grupos de trabajo colectivo en la década de
1970, el arte de los años ochenta se distinguió por un retorno a los medios
de realización tradicionales del arte: se optó por la pintura y los soportes
convencionales. Fundamentándose en esto, decidieron inclinarse también
por una pintura en la que prevalecieran los valores pictóricos, pero ponien-
do el acento en la expresividad y no en el folclor o la tradición.
Apuntemos también que además de la historia, cultura e introspección
personal de cada uno de los artistas mexicanos, el impacto que tuvo el arte
alemán sobre ellos como colectividad se debió en parte a la incidencia de los
eventos calculados para experimentarse en el entorno propio que constituyen
las exposiciones itinerantes (particularmente
Origen y Visión
, en el Museo de
Arte Moderno en 1984). Por otro lado, el repentino azote de la catástrofe en
la capital del país por efecto del terremoto de 1985, sería de un impacto más
contundente en muchos sentidos para la sociedad entera, con la obvia inclu-
sión de los artistas. Para la configuración del lenguaje propio que la conjun-
ción de estos factores propiciaba, los pintores
mexicanos contaban además con el antece-
dente del expresionismo de José Clemente
Orozco. A partir de este contexto, Roberto
6. A. M. Guasch,
El arte último del siglo
xx
. Del posmi-
nimalismo a lo multicultural
(octava reimpresión),
Madrid, Alianza Forma, 2007, p. 598
7. L. Vergine.
Op. cit.