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El olvido del academicismo frente a la plástica posrevolucionaria
celebrada en el Capitolio Romano, a donde acuden, entre otros, el doctor
Rafael Cabrera, el poeta Gustavo Villaroti, el pintor Francisco Goitia y el
general Eduardo Hay.
Ese año el pintor saltillense recibe la invitación del presidente en turno
Venustiano Carranza para que regrese a México con el fin de desarrollar im‑
portantes proyectos. Herrera toma la decisión de retornar a su país natal, al
lado de su esposa. La partida no es fácil y el viaje de regreso es largo y cansa‑
do; en el trayecto pasan una temporada en París, donde el pintor toma algu‑
nos apuntes callejeros de la Ciudad Luz, para seguidamente embarcarse hacia
Nueva York. Durante la travesía se da a conocer la noticia del magnicidio de
Carranza que tuvo lugar en Tlaxcalantogo, Puebla. Este hecho tan desfavo‑
rable provocará que el matrimonio Herrera camino a México, en tren, decida
quedarse en la ciudad de Saltillo, Coahuila.
Rubén Herrera, hombre tranquilo y de vida ordenada, se mantuvo
siempre en constante comunicación durante su estadía en Roma con su
maestro Sánchez Uresti, al que añoraba y al que enviaba algunos de sus di‑
bujos para que estuviese al tanto de sus progresos plásticos. Es curioso como
gran parte de los saltillenses reconocía la labor de Uresti para apoyar a Rubén
en su viaje y estadía en Roma, y así se lo manifestaban; por ejemplo, la carta
que le escribiera Artemio del Valle Arizpe desde París, para contarle de las
magníficas obras que había visto en la Legación Mexicana.
Querido y buen amigo: Le mando a usted antes que a nadie y porque usted
es el justo merecedor, mis más calurosas y entusiastas felicitaciones por que
gracias a su bondadoso empeño ha hecho un grande y verdadero artista,
honra de México. Me refiero a Rubén Herrera. Hoy en la mañana he visto
cosas de él admirables, magníficas. A él no lo pude ver. Sale para México
junto con su esposa el 25 ó el 30 de este mes. Ya verá y le encantarán unas
soberanas acuarelas que lleva y unos dibujos harto notables. Después de
Herrán, nadie ha dibujado como este modestísimo chico. Sentí no verlo; esta
tarde salgo para España, y con estas premuras no me fue posible buscar‑
lo, pues ignoraba que se encontrara aquí. Sus cosas las admiré en la Lega‑
ción, y Pani, cultísimo en pintura, está verdaderamente encantado con la
obra de nuestro paisano. Yo le mando a usted mis parabienes y lo abrazo.
1920-1933. El retorno a sus raíces
El Saltillo que encuentra Rubén Herrera, tras su estancia en Roma de 12 años,
es diferente al que dejó cuando contaba con 20 abriles. Roma era una bulli‑
ciosa ciudad a la cual se había acostumbrado; los paseos por sus calles cuaja‑
das de sorprendentes edificios, parques rebosantes de frondosos árboles y
una campiña de tonalidades verdes y suaves colinas. Era una ciudad comuni‑
cada con los diferentes grupos artísticos que surgían, aunque éstos no influye‑
ron en la forma de pintar de nuestro artista. Saltillo, por el contrario, será el