20
El olvido del academicismo frente a la plástica posrevolucionaria
Roma, creada durante el siglo XVII, gracias a la cual llegaron a Italia las in‑
fluencias de la pintura francesa.
Tras concluir su primer año de estudios en Roma, se produce en Méxi‑
co la Revolución de 1910. Este hecho que podría parecer muy lejano en la
vida de nuestro pintor tendrá graves repercusiones, ya que debido a la ines‑
tabilidad política reinante, le es suprimido el apoyo económico con el que
contaba por parte del gobierno de Coahuila.
En este año, el embajador de México en aquel país escribe una pequeña
nota en la cual certifica que Rubén es un destacado alumno:
El que suscribe,
Ministro de México en Italia, certifica: que el Señor Rubén Herrera es discípulo
asiduo y aprovechado, del excelente pintor y profesor Señor Fabrés. Roma 5 de
mayo de 1910. Gonzalo A. Esteva.
³
En diciembre de ese año, Antonio Fabrés escribe una carta similar:
El artista abajo firmado, Profesor de Dibujo, Pintura y Escultura; laurea‑
do de primera clase en varias Exposiciones de Arte Europeas y Exsubdirec‑
tor de la Academia N. de Bellas Artes de México, teniendo en Roma por
discípulo al joven de nacionalidad mejicana Rubén Herrera, justifica con el
presente documento que concurre á sus enseñanzas con la mayor asidui‑
dad y provecho, lo que para que conste extiéndase éste certificado, á treinta
de Diciembre de mil novecientos diez, en la Expresada Capital de Italia.
Antonio Fabrés.
⁴
Ambos escritos a modo de certificados dan cuenta del aprovechamiento de
Herrera. Tal vez ambas cartas tenían la intención de solicitar la pensión que
le fue retirada y que recibiría nuevamente hasta 1917.
Fabrés escribió asiduamente al alumno que tanto quería, aunque am‑
bos vivieran en la misma ciudad, a modo de constancia de los magníficos
trabajos que realizaba y los cuales competían en muestras, concursos, como
el realizado en la Academia de Bellas Artes de Roma, en 1910, y en exposicio‑
nes como la de Arte Mundial, celebrada en esa misma ciudad, en 1911:
Queridísimo Rubén y amado discípulo mío; se bien que nunca olvidará Ud.,
porque son cosas que no se olvidan, el grandísimo triunfo que acaba de te‑
ner en el concurso de la Academia Nacional de Bellas Artes de esta ciudad,
con haber dejado muy notablemente por debajo de su mérito artístico a más
de cien concursantes, entre los que han figurado los mayores discípulos de
los famosos artistas italianos Sartori y Macari; y aun otros concursantes
tenidos ya en Roma por maestros como también al no menos brillante éxito
que acaba de tener en la Academia Francesa de Bellas Artes en Roma entre
sus pensionados, tenidos por legítimos esperanzas del arte de su patria,
pero como es lo más probable que no se acuerde de lo que, conmovido, de
palabra, me ha dicho al darme la noticia de tales triunfos que yo, por otros
varios conductos ya lo sabía, considerándome Ud. un no indiferente factor
de ellos además del talento y asiduidad de Ud. para el trabajo, por esto he