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Rubén Herrera Flores nace en Villa de Coss, Zacatecas, el 10 de marzo de
1888, mismo año en el que el general Porfirio Díaz rinde su protesta de ley
ante el Congreso de la Unión, como reelecto presidente de la República para
el periodo 1888–1892.
Su padre, Perfecto Herrera Salazar, dedicado a la minería —actividad
preponderante en la región zacatecana—, decide por diversos motivos tras‑
ladarse a la ciudad de Saltillo, junto con su esposa Salomé Flores, cuando
Rubén es aún pequeño. En 1892, inicia sus estudios de primaria en la “Es‑
cuela Numero I” (hoy “Miguel López”). El traslado a la ciudad de Saltillo a
tan temprana edad hará que la considere como su ciudad natal; ahí residirá
la mayor parte de su vida y se sentirá totalmente coahuilense.
En el ámbito personal del artista se sucederán diversos acontecimien‑
tos que marcarán el curso de su vida, como el fallecimiento de su madre y su
ingreso, en 1901, al Ateneo Fuente, donde cursa los estudios de secundaria, y
recibe clases del maestro de dibujo Francisco Sánchez Uresti, personaje clave
en su futuro.
Durante los años en que estudia en el Ateneo, ocurren diferentes acon‑
tecimientos citadinos y nacionales de importancia, como la quinta reelección
del general Porfirio Díaz, en 1900, quien mantiene los lineamientos estable‑
cidos desde su primera toma de posesión y da así continuidad a su política.
En el panorama artístico nacional destaca la invitación que hace Justo Sierra,
en 1903, al pintor catalán Antonio Fabrés para hacerse cargo de la dirección
de pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, hecho que marcará,
como veremos más adelante, la formación de Herrera.
1909-1920. Descubriendo el mundo
Durante los años que Rubén Herrera estudió en el Ateneo Fuente destacó en
la clase de dibujo, por lo que su maestro Sánchez Uresti
(Fig. 2)
solicitó al go‑
bernador Miguel Cárdenas una pensión para que el sobresaliente alumno se
trasladara a Roma y aprendiera las técnicas de dibujo y pintura clásicas.
El funcionario accedió a la petición concediéndole 40 pesos de plata
mensuales como pensión. Ésta era una cantidad destinada a su manutención,
por lo que Uresti y otros amigos reunieron el dinero necesario para costear el
viaje. Rubén Herrera pudo embarcarse con dirección a Europa en diciembre
de 1908, a los 20 años de edad.
Esta iniciativa planteada por su maestro respondía a varias motiva‑
ciones; una era el gusto y la influencia que Europa ejercía en la cultura y en la
El olvido del academicismo frente
a la plástica posrevolucionaria
Juan Manuel Corrales Calvo