Página 21 - Oliverio Mart

Versión de HTML Básico

19
Xavier Guzmán Urbiola
6.
Archivo Histórico del Instituto de Inves‑
tigaciones sobre la Universidad y la Educación,
UNAM, expedientes de alumnos de la Escuela
Nacional Preparatoria. Expediente de Oliverio
Guillermo Martínez de Hoyos, certificados
de estudios del 19 al 22 de enero de 1914, 10 de
septiembre de 1915, 20 de enero de 1917, 25
de diciembre de 1917, y 8 de marzo de 1919.
7.
Lupina Lara de Elizondo, “Oliverio Martínez”,
en
Resumen. Pintores y pintura mexicana
,
México, año 3, núm. 26, febrero de 1997, p. 5.
8.
Raquel Tibol, “Para encuadrar estética‑
mente a Oliverio Martínez”, en
Fuerza y
volumen. El lenguaje escultórico de Oliverio
Martínez
, catálogo de exposición, Museo
Nacional de Arte, INBA, 1996, p. 28.
9.
El famoso cartel de protesta del
30–30
apareció el 7 de noviembre de 1928, mismo que
Oliverio no firmó, y el 20 de abril de 1929,
salió un artículo en
Excélsior
sobre Fernández
Urbina, en el cual el reportero entrevistó
al “aventajado discípulo Oliverio Martínez”.
10.
Raquel Tibol, “Para encuadrar…”,
op. cit.
,
p. 30.
11.
Este juicio partió de Justino Fernández,
Arte
moderno y contemporáneo de México
, México,
UNAM, IIE, 1952, p. 469.
12.
Agustín Arteaga, “Oliverio Martínez”,
en
Escuela Mexicana de Escultura. Maestros
fundadores
, catálogo de exposición, Museo del
Palacio de Bellas Artes, INBA, 1990, p. 103; Tessa
Corona del Conde, “Oliverio Martínez” en
Guillermo Tovar de Teresa (coordinador),
Repertorio de artistas en México. Artes plásticas
y decorativas
, tomo 2, México, Milán, Franco
María Ricci, Fundación Cultural Bancomer,
1996,p. 310; Lupina Lara, “Oliverio Martínez”,
op. cit.
, p. 5; Gabriel Mérigo, “Del Palacio
Legislativo al Monumento a la Revolución”,
en Felipe Leal
et. al.
,
Plaza de la República
,
México, GDF, Autoridad del Espacio Público,
2011, p. 47.
13.
Carta de Oliverio Martínez a Eloína Peláez,
17 de marzo de 1929, ff. 1 y 2. Los subraya‑
dos son míos. Archivo de María Elena Martínez
Peláez. En lo sucesivo AMEMP.
14.
En fotos antiguas se aprecian unos sujeta‑
dores en los tobillos de la escultura.
ces, a sus 28 años, una relación afectiva con Eloína Peláez Machorro,
(Fig. 4)
a la
sazón una adolescente de 14. Se presentó así ante ella:
Siento un deseo incontenible de platicar contigo. Quisiera decirte y que
me dijeras muchas cosas. Cambiar impresiones despacio.
Olvidarme de
este mundo oyéndote
; extasiarme observándote de cerca. Pero el tiempo
es mi obstinado enemigo porque la oportunidad mal se presenta y
yo desespero. […] Me llamo Oliverio Guillermo Martínez; soy de Pie‑
dras Negras, Coahuila, y tengo veintisiete años.
Me dedico con pasión a la
escultura.
[…]
Cuando pienso en ti no quisiera ni que me hablaran.
Me gus‑
ta entregarme por entero a tu pensamiento. Parece increíble que en el
corto tiempo que llevo de conocerte hayas despertado en mí los senti‑
mientos más puros, más grandes y nobles de que soy capaz, como hom‑
bre sano de espíritu. Estoy contento, conmovido, loco por ti y para ti.¹³
La pasión, locura, soledad y el olvido del mundo para acariciar sus aspiracio‑
nes amorosas y profesionales, que en éstas últimas se subliman, son elemen‑
tos importantes para entender su obra.
Un par de esculturas previas al Monumento a la Revolución hablan del
desarrollo de su lenguaje. El monumento al piloto Emilio Carranza, en Sal‑
tillo, Coahuila, fue realizado entre 1929 y 1930. Lo trabajó en el taller de su
maestro. Existen dos versiones. Una de cuerpo entero lo presenta de pie,
cuya escala es un poco mayor a la natural. Se le ve firme; la pierna derecha
recogida para darle estabilidad,¹⁴ las manos en los bolsillos; viste unifor‑
me, calza botas altas, va tocado con su gorra y lleva pantalón bombacho.
(Fig. 2)
El busto es de la misma escala pero va descubierto y el trabajo se concentró
en las facciones de la cara y los detalles del uniforme. Para la cara de ambos,
como el escultor no tenía una fotografía del aviador, optó por modelar un
autorretrato de él mismo, lo cual es evidente en el busto, aunque exageró la
mandíbula; hundió las oquedades de los ojos y resaltó los pómulos.
(Figs. 5–6, y 15)