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Hoz, martillo y pincel
Otros murales de su autoría tienen que ver con su experimentación
con materiales, como
El día y la noche
(1950), pintado en el antiguo Cine Ermi‑
ta, en el que usó una pintura luminosa aplicada en el surco que sigue el con‑
torno de cada figura.
Las pensiones para el pueblo
(1952) en el Centro Urbano
Presidente Juárez, y
América,
en una casa particular, donde aplicó acrílico y
materiales fluorescentes sobre piedra. Sus dos últimos murales se encuen‑
tran en Cuernavaca y en una clínica de maternidad en Guadalajara, pinta‑
dos en 1952 y 1959, respectivamente. El muralismo de Xavier Guerrero no
recrea escenas históricas, sino las luchas sociales y la imagen del mexicano,
sobre todo de la mujer.
La obra mural de Guerrero ha tenido una “vida” difícil. A los paneles
que Rivera destruyó en la SEP, se sumaron las partes que no se lograron res‑
catar de la casa de los directores en Chapingo, cuando se desprendieron de
su lugar original debido a la demolición del edificio,⁷ aunque algunos se en‑
cuentran en el Museo de Agricultura de esa institución. Otros están cubier‑
tos, y otros más fueron destruidos por el sismo de 1985.
En la gráfica, su camino fue diferente. Su activismo en el PCM, su par‑
ticipación en el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE)
en 1923 y su trabajo como responsable del periódico
El Machete
, medio de
difusión de ese organismo, determinaron la línea que tomó su trabajo como
grabador. En esa publicación se exaltaban las luchas obreras y agrarias y
se denunciaban las represiones a los movimientos obreros y campesinos en
México y el mundo. Guerrero, al igual que Siqueiros, Orozco y Rivera, ilus‑
traba con grabados las noticias importantes del momento. Obras muy críticas
respecto a la situación del campesino; contestatarias ante el sistema guber‑
namental, en las que había una presencia constante de la hoz, el martillo y la
estrella del Socialismo.
En ese espacio, Guerrero mostró de manera radical su postura políti‑
ca; tal vez por eso en sus grabados la temática es más combativa y prevalece
la imagen del obrero y el campesino. Algunas figuras son geométricas y, en
ocasiones, expresionistas, como
Zapata
,
(Fig. 8)
un personaje que glorificó al
colocar alrededor de su efigie una especie de haz luminoso formado con
hoces y, situados a sus flancos, los símbolos comunistas “a la mexicana”, es
decir, un martillo y un machete. Para enfatizar la similitud que había, desde
su punto de vista, entre el PCM y el movimiento zapatista, dibujó en su som‑
brero la leyenda “Tierra y Libertad” y la estrella socialista. A diferencia de su
obra mural y de caballete, en el grabado no está presente la mujer, ni como
campesina, ni como revolucionaria; las excepciones “son las mujeres casi
ocultas en los retratos que hizo Guerrero de la reforma agraria”.⁸ En ese mis‑
mo tenor ilustró el libro de poemas
Sangre roja.Versos libertarios
(1924)
(Fig. 9)
del poeta jalisciense y también comunista, Carlos Gutiérrez Cruz.
7.
Expediente Xavier Guerrero, Cenidiap/INBA.
8.
John Lear, “La revolución en blanco y
negro, arte, política y obreros en los inicios
del periódico
El Machete
”, en
Signos Históricos
,
núm. 15 (enero–junio), México, UAM, 2009,
p. 144.