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M. C. Escher y sus contemporáneos
El movimiento que se produce en las figuras idénticas y recurrentes
corresponde a otro orden completamente distinto. Este fenómeno aparece en la
categoría de obras que incorporan la división regular del plano. En
Ciclo
(1938)
(fig.5)
surge el primer movimiento al seguir a los hombrecillos que corren en el sentido
de las agujas del reloj. Nuestra mirada hace el mismo trayecto que los corredores.
La segunda sensación de dinámica la evocan las figuras entrelazadas en la parte
inferior de la imagen. Sus distintas orientaciones y su conformación rítmica en
tres tonos producen sucesivas alteraciones pequeñas. Para Escher se trataba de una
suerte de música visual. En su opinión, sobre todo las fugas de Johann Sebastian
Bach se prestan para ser representadas mediante la división regular del plano.
La fascinación de Escher por el movimiento iba mucho más allá de lo
que acabamos de describir. Si bien sus imágenes provocan en el observador una
experimentación de movimiento, cuando están colgadas en una pared no son más
que objetos estáticos. Al menos, por regla general. En sus diarios y cartas, Escher
mencionó reiteradas veces su deseo de infligir movimiento también a los propios
grabados. Para su serie de planetoides, compuesta por formas estrelladas y otros
cuerpos geométricos, pretendía aplicar una manera de exponer un tanto particular:
A la vista de que, en función de la fuerza de la gravedad, todo es atraído
hacia un punto en el centro, el observador ha de girar el grabado alrededor de
ese centro. Está claro que no me resulta nada fácil desprenderme de la idea del
movimiento (aparte de las esferas cortadas). Para quien quisiera colgarla indefecti-
blemente en la pared, el hecho de que la imagen fuese giratoria sería ideal. Además,
en 1949, escribe al comprador de un planetoide:
Acabo de exponerlo en Ámsterdam en un paspartú giratorio. Es un armatoste curioso,
y desde el punto de vista estético probablemente un mamarracho. Eso no quita que de
alguna manera me ha permitido saciar o descargar parte de mi complejo respecto a
los cuerpos regulares.
La regularidad de las figuras geométricas y de los distintos ejes de
simetría crea la misma imagen después de cada rotación. Entre otras obras,
Gravedad
(1952) se presta de forma excelente para una presentación giratoria.
Escher no tenía en gran estima el arte abstracto ni el moderno, pero sus
ideas coinciden con una importante evolución experimentada por los movimientos
vanguardistas. Veinte años antes, la idea del movimiento había inspirado al artista
de vanguardia Alexander Calder (1898-1976), que confeccionaba móviles que iban
cambiando de posición según las corrientes de aire. Sin embargo, no aplicaba la
simetría puesto que buscaba precisamente la dinámica de la imagen cambiante.
En la década de 1920, el dadaísta Marcel Duchamp (1887-1986) incluso trabajó con
unos discos giratorios con espirales que colocaba en un fonógrafo, lo que tenía el fin