La apertura de nuevos espacios en el Museo de Orsay, que tuvo lugar en octubre
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después de dos años de obras, hoy nos da pie para reconstruir la historia del Museo
y de sus colecciones. Renombradas sobre todo por sus obras impresionistas y postimpre-
sionistas, así como realistas, simbolistas y académicas, las colecciones del Museo de Orsay
tienen en rigor un doble origen: por un lado, las adquisiciones oficiales en el Salón y por
el otro, la adquisición de pinturas impresionistas, que en un principio difícilmente se suma-
ron a las colecciones nacionales, por lo general, gracias a donaciones.
En efecto, el Museo de Orsay es el heredero del Museo de Luxemburgo, fundado en
1818
por Luis XVIII, para acoger esencialmente las pinturas y las esculturas de los artistas
vivos que cada año exponían en el Salón. Esta institución fundamental para comprender la
evolución del arte francés a mediados del siglo
xix
, alcanzó el apogeo de su “esplendor” bajo
Napoleón III (
1851
-
187
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). Según las reglas impuestas por dicho sistema, diez años después
de la muerte de los artistas y una vez consolidada su fama, sus cuadros se transferían al Louvre,
el museo “central”, mientras los demás, los “rechazados”, se reorientaban hacia otras insti-
tuciones, por lo general en provincia. A la muerte de artistas juzgados “escandalosos” como
Corot, Courbet o Millet quienes, en las décadas de
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y
186
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, fueron los principales repre-
sentantes de la corriente realista, se dieron animados debates para saber si sus obras podían
o no ingresar a las colecciones del Estado. Más tarde, todos estos artistas fueron “integrados”
y se volvieron el crisol del verdadero arte moderno. Así, durante mucho tiempo, hubo en el
Museo de Luxemburgo obras de una gran modernidad que, sin embargo, no pertenecían al
movimiento impresionista. Además del sistema de adquisiciones en el Salón, en algunos casos
las obras se compraban directamente a los artistas. Puede mencionarse
L’âge d’airain
de Rodin,
comprado en
188
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o el ejemplo prestigioso de una pintura adquirida por el Estado directa-
mente a su autor: la obra maestra de Puvis de Chavannes,
Pauvre pêcheur
, comprada en
1887
para el Museo de Luxemburgo, a raíz de la exposición Puvis en la galería Durand-Ruel. A mi
gusto, es uno de los cuadros más importantes del siglo
xix
, porque su abstracción concisa
desemboca directamente en Picasso y Matisse, es decir, en el alba del siglo
xx
. Asimismo, en
1866
, los conservadores del Museo de Luxemburgo habían comprado directamente a Gustave
Moreau su
Orphée.
Sigue siendo hoy uno de los más hermosos cuadros simbolistas del Museo.
Y el primer cuadro de Monet adquirido por el Estado en
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, una vez más directamente al
autor, fue
La Cathédrale de Rouen. Le portail vu de face (Harmonie brune I).
Por lo tanto, la formación misma de las colecciones del Museo de Orsay atestigua
las dificultades de aceptación que conoció el impresionismo en sus inicios. En un sistema
dominado por las adquisiciones “oficiales” en el Salón, hay que esperar la donación de
Gustave Caillebote, en
1894
, para que un conjunto de cuadros impresionistas integre las
colecciones públicas francesas. Y eso, luego de muchas resistencias y peripecias.
A principios de los años
189
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, el pintor de
Raboteurs de Parquet
decidió donar la
totalidad de su colección al Estado, que así se volvió la primera “irrupción” del arte moder-
no en las colecciones públicas francesas. Gracias a él, entre
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, ya había en el
Museo de Luxemburgo un buen número de notables pinturas impresionistas, entre las cua-
les cabe destacar
La Balançoire
y
Le Moulin de la Galette
de Renoir;
La Gare Saint-Lazare
de Monet (
1877
) y
Le Golfe de Marseille vu de l’Estaque
(
1878
-
1879
) de Cézanne. Luego
aconteció la donación del Conde Isaac de Camondo, a quien se debe
Le Fifre
de Manet,
así como dos hermosos pasteles de Degas. Posteriormente, la colección impresionista se
enriqueció con la donación de Etienne Moreau-Nélaton, artista y también mecenas, que
durante mucho tiempo se encargó de la dirección del Museo de Luxemburgo.
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