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munal.gob.mx
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noviembre
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2013
BIBLIOTECA
U
na biblioteca que no despliega
sus acervos pierde buena par-
te de su esencia. Y el desarro-
llo de las colecciones no tiene que ver
solamente con el adecuado proceso de
clasificación, catalogación y –de ser
posible– automatización. Es impres-
cindible hacer ver a los usuarios qué se
posee en el mejor recurso posible, con
claridad y cierta profundidad. Pero
hay que ir más lejos y comenzar por
reconocer que una biblioteca, no por
ser repositorio y espacio –en su caso–
de consulta, deja de ser un núcleo de
cultura.
En este sentido, ya con el simple
hecho de contar con un acervo, cata-
logarlo, darlo a conocer con el meca-
nismo pertinente y ponerlo al alcance
del usuario física o virtualmente, sería
suficiente para constatar que la biblio-
teca es un centro de y para la cultura.
Pero –decía– hay que ir más lejos. Un
recinto de libros, revistas, documentos
y más formatos de información y delei-
te posibilita la producción de la cultu-
ra y no sólo su recepción, utilización y
hasta consumo.
Desde antaño la relación bibliote-
caria y museística es no sólo tentadora,
sino evidente en el mismo origen. La
biblioteca nació con un museo y hoy
difícilmente nace éste sin aquél como
consecuencia lógica y no sólo como
apéndice. Hasta cierto punto podría
decirse que los anaqueles de una bi-
blioteca conllevan, además del nece-
sario acomodo profesional, una cierta
exigencia estética que va sugiriendo
en los responsables una suerte de cura-
duría conjunta con la circulación téc-
nica. Manifiestamente las bibliotecas
clasifican y acomodan sus materiales;
veladamente, los exhiben.
Pero no se queda tampoco ahí, so-
lamente, la posibilidad de volcar el des-
pliegue de una biblioteca en un núcleo
productor de cultura. Los materiales
impresos e incluso los virtuales están
ahí como leños de un calor que no se
enciende sólo porque no se tiene ini-
ciativa. La chimenea está abierta y sus-
ceptible todo el tiempo. Y justamente
hoy esos recintos suelen jugar el doble
papel de propiciar espacios expositi-
vos, por mínimos que sean (un muro,
una mampara, una vitrina, unos atri-
les…), y de favorecer o emprender
actividades en pro del fomento a la
lectura. El MUNAL ha sido partícipe
de ambas iniciativas. En un artículo
anterior hablé justamente de las Salas
de Lectura en las exposiciones tempo-
rales. Ahora toca el turno de referirme
a los programas que acercan al público
a una visión en pro de la vinculación
con los libros o la cultura escrita en
general.
A mediados de 2010, la relación
directa que el museo estableció con la
Coordinación Nacional de Literatura
del Instituto Nacional de Bellas Artes,
así como con la Asociación de Escrito-
res de México, A. C., dio cabida a una
propuesta de programas piloto que
con el paso de los años han abierto la
brecha para alojar un fenómeno que
va haciendo su historia justamente
en el engarce de la mirada y la lectura.
Como lo hiciera notar el antropólogo
y filólogo Adolfo Mantilla, Subdirec-
tor de Exhibición del museo, en una
charla precisamente programada para
uno de los proyectos de esta índole en
noviembre de 2012:
¿Dónde está la diferencia entre mi-
rar y leer? Me parece que, cuando
uno mira, ahí opera inmediatamen-
te un proceso cognitivo de decodi-
ficación, de significación. En térmi-
nos semióticos, estamos haciendo
un proceso de semiosis que implica
dar sentido a lo que se está miran-
do. Y este sentido que surge de la
relación que tenemos con el objeto
es muy semejante –no quiero decir
que es lo mismo– a las formas de
aproximación visual que tenemos
en otros formatos semióticos. Y, al
mismo tiempo, leer también im-
plica mirar; por lo menos desde el
modelo lingüístico que inauguró el
estructuralismo con Ferdinand de
Saussure, el signo es siempre una
imagen mental también. Entonces
esta imagen mental implica otra vez
pensar que estamos mirando algo,
que cuando uno lee una novela o
cuando uno está leyendo un cuento
y hay una descripción de un paisa-
je, automáticamente el proceso de
construcción de una imagen ocurre.
En estas líneas, Adolfo Mantilla
también abre la puerta a uno de los fe-
nómenos visuales y dialógicos más im-
portantes en la vinculación de las artes
de la palabra con las artes plásticas: la
écfrasis, esto es, la intermedialidad que
opera en la necesidad de verter en una
representación visual en una verbal. Y
es que quienes estamos inmersos en el
mundo de los libros, en particular en
la literatura, vivimos una estupenda
paradoja: se producen mundos esEn
En estas líneas, Adolfo Mantilla tam-
bién abre la puerta a uno de los fenó-
menos visuales y dialógicos más im-
portantes en la vinculación de las artes
de la palabra con las artes plásticas: la
écfrasis, esto es, la intermedialidad que
opera en la necesidad de verter en una
representación visual en una verbal. Y
es que quienes estamos inmersos en el
mundo de los libros, en particular en la
literatura, vivimos una estupenda pa-
radoja: se producen mundos escritos
porque hervimos de mundos imagina-
rios (visuales, por ende); y, al entrar a
una galería de obras plásticas sentimos
que se han creado mundos visuales
porque nos abundan mundos habla-
dos. Vemos, pero queremos que cobre
sentido una expresión verbal para po-
der darle sentido en nuestra casa ver-
bal, nuestro horizonte inmediato de la
explicación y la emoción enunciada.
Ya más puestos en la practicidad
de la concreción cultural, los progra-
mas de corte literario, promotores de
la lectura (no sólo de libros, sino de
las manifestaciones artísticas varias),
surgieron justamente en el MUNAL
desde el área de Biblioteca, pero para
ser ejecutados en las salas de exposi-
ción, en particular la permanente. En
primera instancia se creó un programa
para acercar a los públicos a miradas
y lecturas de escritores de prestigio y
trayectoria, como Emmanuel Carballo,
Adolfo Castañón, Beatriz Espejo y Ós-
car de la Borbolla, quienes caminaban
una exposición o la describían desde
un asiento con la naturalidad de una
visita espontánea un día cualquiera.
Posteriormente, esta actividad
auspiciada por la Coordinación Nacio-
nal de Literatura dio pie a otra de corte
similar pero con más periodicidad y
una participación calendarizada de
parte de jóvenes creadores, en princi-
pio los poetas, para posteriormentedar
cabida a todo creador de algún género
de la palabra (incluso el canto, desde
luego) y finalmente fijar un programa
que abría el escenario a todo exponen-
te de las artes y las humanidades en las
salas de exposición permanente del
MUNAL. El programa, en virtud de la
lógica que he venido describiendo, no
podía sino llamarse “Mira… lee”.
Poetas, narradores, actores trági-
cos y cómicos, cantantes, artistas plás-
ticos, oradores, críticos, historiadores,
psicoanalistas, académicos de diversas
disciplinas, bailarinas profesionales,
músicos…, en fin, una amplia gama
de personalidades han sido parte de
una experiencia que, al contacto con
las obras de arte que resguarda el mu-
seo, abre una veta de interpretación
muy particular que deja su huella
en una de las colecciones importan-
tes de la Biblioteca: la videoteca. En
efecto, esta experiencia permitirá a la
LA BIBLIOTECA COMO MUSEO:
UNA INVITACION A VISITAR LA
RIQUEZA DE SUS MATERIALES.
LOS MUSEOS SE HAN CONVERTIDO EN ESPACIOS QUE NO SÓLO ALOJAN GRANDES
BIBLIOTECAS TRADICIONALES SINO QUE TAMBIÉN COBIJAN TODA SUERTE DE MATE-
RIALES EXCEPCIONALES QUE FOMENTAN LA LECTURA, COMO UN COMPLEMENTO DE
LA EXPERIENCIA ESTÉTICA DEL VISITANTE.
»
FERNANDO CORONA
posteridad saber cómo se vincularon
en algún momento, en un ejercicio
ecfrásico (palabra e imagen), artistas
tan separados en el tiempo, el espacio
y la disciplina, como Balam Rodrigo y
Sebastián López de Arteaga, Xhevdet
Bajraj y Diego Rivera, Héctor Falcón y
Baltasar Echave Orio, Alberto Chimal
y Manuel Vilar, Beatriz Eugenia y Fi-
dencio Lucano Nava, Claudia Palavi-
cini y Alonso López de Herrera, entre
otras decenas de relaciones que esta
lectura/mirada o mirada/lectura ha
propiciado.
Y como estas actividades también
han nacido, al abrigo de nuestros ana-
queles de madera, en el corazón mis-
mo de nuestros materiales impresos,
talleres de apreciación, sensibilización
y creación literaria en directo enlace
con las artes plásticas. Con estas acti-
vidades se abren nuevos capítulos de
la interpretación, pero sobre todo se
abren literalmente las páginas de las
visitaciones que hacemos a las obras
que vuelven de repente a la vida pres-
tándose a la polémica, al debate, a la
demostración o al disfrute.
Una revista bien puede ser abierta
por una sesión de taller. Un cartel guar-
dadopor años puede salir aflotepor una
mirada de tertulia que lo requiera. Un
conjunto de postales dejadas al olvido
puede sacudirse un poco al ponerse en
juego con un diálogo teatral. Un poema
puede despertar un libro antiguo que
parecía dormir su hibernación perpetua
sin otro aliento que la mirada panorámi-
ca a la estantería.