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munal.gob.mx
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agosto
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2013
OBRA DEL MES
una idealizada y fantástica vista área
de la capital, claro que con sus no-
menclaturas de las calles y edificios
principales.
Inscrito en filacterias, en la parte su-
perior de la pintura se señala el
Oriente,
en la inferior el
Poniente
, a la derecha el
Sur
y a la izquierda el
Norte
. Los puntos
fundamentales para orientarnos son: al
centro, la Catedral y la Plaza de Armas
con un edificio cuadrangular que dice
Caxones
, y que no es otra cosa que el
Mercado del Parían derruido en 1843.
Hacia la parte baja, un rectángulo ver-
doso es la Alameda, con el trazo de sus
calzadas; en dirección a la diestra, una
masa grisalla y amplia es el Colegio de
las Vizcaínas. La fortificada Real fábrica
de tabacos, hoy la Ciudadela de Balde-
ras, aunno se construía. Al centro sur, el
edificio titulado
SAndres
, es el hospital
jesuita de San Andrés, en los terrenos
que hoy son el Munal, luego de que se
demoliera ese nosocomio en 1902 para
edificar el PalaciodeComunicaciones y
Obras Públicas.
En la obra, las armónicas retículas
con colores ladrillo, sepia, gris y azul,
que identifican construcciones, calza-
das, puentes y acequias (canales), están
rodeadas de las bucólicas recreaciones
ingenuas de los llanos y lagunas que
rodean la ciudad. Cabe destacar las pe-
queñas pinturas, dentro de la pintura,
que tienen la gracia de ser miniaturas y
que trazan patos y garzas dispuestos en
el lago de Iztapalapa, colindante con la
calzada del mismo nombre.
Otra fascinante miniatura es un
pequeño cuadro junto al edificio lla-
mado
El Matadero
[el rastro], que se
encontraba en la desembocadura de
la calle del Rastro con San Antonio
Abad, hoy Pino Suárez. Dentro de
este recuadro, hay una pinturita del
rodeo del ganado conducido al ras-
tro. Todos estos detalles fascinantes
se pierden en la ilustración completa
para este artículo, pero los invito a
descubrirlos ante la obra en la sala 12
del periodo Virreinal.
»
VÍCTOR T. RODRÍGUEZ RANGEL
E
l Centro Histórico de la
Ciudad de México es uno
de los más bellos e inte-
resantes del mundo, y es
un vasto vecindario consciente de la
trascendencia de sus calles y edificios.
Esta localidad es el corazón de una
descomunal megalópolis de más de
una docena de millones de chilangos
orgullosos de su tierra de gigantes:
de colosales plazas, museos, avenidas,
estadios, monumentos, edificios, cen-
tros comerciales, parques, etcétera.
La simétrica traza de damero
del “ombligo” capitalino, encierra no
sólo el recuerdo de la infancia de las
agobiantes y asoleadas jornadas re-
corriendo las bulliciosas calles y en la
búsqueda de las tiendas de casi todo lo
que se quiera encontrar, sino también
se trata de un sitio arquitectónico e
histórico con un valor simbólico que
recuerda el doloroso nacimiento de la
identidad mestiza, de padres europeos
e indígenas, sin olvidar los aderezos
de nuestra cultura, como la presencia
árabe y negra.
México-Tenochtitlán, capital del
poderoso señorío mexica, se reedifi-
có como novohispana sobre las ceni-
zas del paso de los jinetes del apoca-
lipsis: guerra, peste, hambre ymuerte,
cuando de verdad se cumplieron los
vaticinios del
fin del mundo
del impe-
rio azteca. Los terrenos del Centro
Histórico, el antiguo islote
ombligo
de la luna
de la lacustre Cuenca del
Anahuac, fue el escenario de una de
las epopeyas más increíbles de la his-
toria de la humanidad, al presenciar
cómo un reducido contingente de
conquistadores españoles y sus alia-
dos indígenas, derrotaron al señorío
más poderoso que Mesoamérica
haya visto. La consecuencia fue la
reducción a escombros de la capital
tenochca que, por las crónicas y ves-
tigios arqueológicos, se trató de una
de las ciudades más fascinantes que
la humanidad haya visto. Como en
su momento la describió el soldado
español Bernal Díaz del Castillo:
Otro día por la mañana llegamos a
la calzada ancha y vamos camino a
Estapalapa. Y desde que vimos tan-
tas ciudades y villas pobladas en el
agua, y en tierra firme otras gran-
des poblaciones, y aquella calzada
tan derecha y por nivel como iba a
Méjico nos quedamos admirados, y
decíamos que parecía a las cosas de
encantamiento que cuentas en los
libros de Amadís, por las grandes
torres y cúes y edificios que tenían
dentro en el agua, y todos de cali-
canto. Algunos de nuestros solda-
dos decían que si aquello que veían,
si era entre sueños, y no es de ma-
ravillar que yo escriba aquí de esta
manera, porque hay mucho que
ponderar en ello que no se cómo lo
cuente, ver cosas nunca
oídas, ni vistas, ni aun
soñadas, como veía-
mos. (Bernal Díaz del
Castillo,
Historia Verda-
dera de la Conquista de
la Nueva España
, 1568)
La tragedia deTenochtitlán
se suscitó en el Centro
Histórico de la muy Real
y Noble ciudad de Méxi-
co y en Tlatelolco, villa
hermana que fue inde-
pendiente hasta 1473 y
tierra de los pochtecas,
infatigables comerciantes
que dominaron todas las
rutas mercantiles que los
aztecas desplegaron des-
de Honduras hasta el Río
Panuco, en Tamaulipas.
Y me refiero a Tlatelolco
-simbólico lugar de sangre
prehispánica y del 68, de
misioneros franciscanos
la calzada de Tlacopan (Tacuba) has-
ta San Cosme y la fuente de Tlaxpana.
Para lo anterior, recomiendo la obra
de Manuel Rivera Cambas,
México
pintoresco, artístico y monumental
, y
disfrutar de una amena descripción
de la fisonomía antigua y compacta
de la Ciudad de México.
PINCEL ANÓNIMO
La mancha urbana de la acotada ciu-
dad se recorta en la extraordinaria
pintura que luce montada en la sala 12
del recorrido permanente del Munal.
Realizada en 1737 por un pincel anó-
nimo, este gran formato al óleo (135 x
204 cm) fue una petición oficial de las
autoridades del Reino y supervisada
en los aspectos de la distribución obje-
tiva de las calles, edificios, plazas y par-
ques, por el
Maestro del Arte de la Ar-
quitectura Don Pedro de Arrieta, que lo
es de todo el Reino
, como lo consigna la
inscripción encajonada en una repro-
ducción pictórica de un marco rococó.
Arrieta, alarife [arquitecto] maestre
mayor, fue, por ejemplo, el constructor
de la última versión barroca de la Igle-
sia de Santo Domingo (que hasta hoy
perdura) y de la Colegiata (la antigua
Basílica) de Guadalupe.
Como un documento oficial, se
instruyó a otros artistas para que reali-
zaran copias autorizadas de esta pintura
y funcionara en diversas dependencias
como una especie de registro territo-
rial de la dimensión y distribución de
la capital del Virreinato, informando la
inscripción que hasta la fecha de 1737
hacía falta uno tan confiable.
Cabe destacar que la obra lejos
está de ser un estricto plano o mapa
propio de la ciencia cartográfica, ni
mucho menos sustentado en una vis-
ta cenital o con el apoyo de un globo
aerostático como aquel de Cantolla,
que le funcionó a Casimiro Castro
para publicar la espectacular litogra-
fía
La ciudad de México tomado en
globo
(1856). Se trata más bien de
CIUDAD
FÉNIX
Para este mes de agosto, valoramos la historia de nuestra ciudad
al recordar los 492 años de la caída de México-Tenochtitlán, aquel
13 de agosto de 1521, cuando Cuauhtémoc fue capturado por los
conquistadores españoles. La historia del nacimiento de la capital
novohispana y mexicana, es evocada a partir de una amplia
pintura del siglo
xviii
, que recrea una original imagen, entre mapa
y artificiosa vista aérea, de la muy Noble y Leal ciudad de México:
cuando era más una compacta villa que una vasta metrópoli.
y de la modernidad de los multifamilia-
res- porque justoahí, enuna canoa, ante
la bahía tlatelolca del lago de Texcoco,
el último Huey Tlatoani, Cuauhté-
moc, cayó prisionero de los españoles
y fue conducido para rendirse ante el
maquiavélico Hernán Cortés, el 13 de
agosto de 1521.
El primer cuadro de Tenochtitlán,
con todos sus imponentes teocalis en
ruinas, descansa el sueño de la historia
sepultado bajo el centro citadino, en
el que se abre una pequeña ventana
al pasado: el Templo Mayor. De estas
ruinas, se erigió la señorial y palacie-
ga capital novohispana luego de que
Cortés, instalado con sus huestes en
Coyoacán, decidió estratégicamente
trasladar el Ayuntamiento al emplaza-
miento de la capital azteca y edificar la
nueva ciudad. Entre el otoño de 1521
y mediados de 1522, los maestres ar-
quitectos Alonso García Bravo, Ber-
nardino Vázquez de Tapia y algunos
tlacuilos constructores aztecas, dise-
ñaron, con las modernas convencio-
nes urbanistas del Renacimiento, la
traza
tablero de ajedrez
de la nueva villa
rodeada de lagos, al pie de sus volcanes
emblemáticos y surcada por canales al
estilo veneciano.
Muy similar a la demografía de
la capital tenochca, la “Ciudad de los
palacios” se mantuvo entre 200 y 250
mil habitantes hasta mediados del
siglo xix. Sus límites se ensancharon
de forma muy lenta hasta los tiempos
de la República Restaurada y el Por-
firiato, cuando inició la urbanización
y fraccionamiento de sus alrededores:
con las colonias Santa María la Ribe-
ra, San Rafael, la Juárez, la Obrera, la
Guerrero, y las posteriores Roma y
Condesa. Por siglos, el norte de la de-
marcación fue la garita de Peralvillo y
una extensión hasta Santiago Tlate-
lolco; al sur la caja de Salto del agua en
Arcos de Belén y San Antonio Abad;
al oriente la garita de San Lázaro y la
Candelaria del los patos; y el ponien-
te la Alameda y una prolongación de
Anónimo,
Plano de la Ciudad de México,
1737, óleo sobre tela.