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munal.gob.mx
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junio
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2013
EDUCACIÓN
D
esdemediados del siglo
xx los museos intentan
dejar atrás la represen-
tación de ser los porta-
dores del pasado por medio del artilu-
gio de la adjetivación. Adjetivos como
integrado, relacional, comunitario, nuevo,
crítico, creativo, social,
prefijos como
eco
, complementos directos como de
sociedad, etc., acompañan los intentos
de rescatar la institución de las “garras
del pasado”, de su exclusiva variable
temporal y objetual para arraigarlo en
el territorio, en las ideas del presente,
en los sujetos, en la comunidad.
En la museología americana, dos
eventos son fundamentales en la his-
toria del vínculo entre los museos y la
participaciónde la comunidad. Por un
lado la llamada
Mesa de Santiago
1
de
1972 en la cual se acordó desarrollar
experiencias en base al concepto de
“museo integral”. Se formulaba la nece-
sidad del compromiso y participación
de los museos como instituciones al
servicio de la sociedad, una imagen
nueva íntimamente ligada al presente
y futuro de la comunidad, y no sólo a
su pasado o a aspectos académicos. A
partir de entonces se instaló un nuevo
elemento en la reflexión:
los visitantes
son tan importantes como los objetos
.
Lamentablemente la reflexión quedó
obstaculizada a causa de las dictadu-
ras militares de la región.
El segundo evento, doce años más
tarde, fue la
Declaración de Québec
de
1984. La Declaración ratificó las ideas
fundacionales de la “nueva museolo-
gía”
2
y postuló que frente al dogma de
la conservación, se proclamaba la
pri-
macía de la participación
, se defendía
la democracia cultural y el dinamismo
social, se exigía la apertura y el diálogo
enriquecedor. Se reconocía al colectivo
social como protagonista activo. Esto
supuso replantear el papel social del
museo y de la cultura; visualizar a los
visitantes como
habitantes
incluyendo
la noción del territorio; redefinir sus ac-
ciones educativas y culturales y generar
proyectos vinculantes entre los museos
y sus comunidades de referencia.
Hoy comprendemos el papel so-
cial del museo en una doble dimensión
tanto como una acción en dirección a
los públicos que no los frecuentan ha-
bitualmente, como acerca de los visi-
tantes que sí concurren concebidos
como actores principales.
COMUNIDAD Y PARTICIPACIÓN
Regreso sobre los conceptos de
comu-
nidad
y de
participación
. No es sencillo
definir la
comunidad
de un museo, afir-
man los especialistas del Manchester
Museum
3
, es un concepto en un cons-
tante estado de flujo. Puede tener di-
versos alcances: la zona geográfica, los
intereses profesionales, las necesidades,
valores y roles compartidos, ser real
o virtual… Además hay que tener en
cuenta que ser parte de una audiencia/
público de museo no es un dato genéti-
co, algo que uno es, algo con lo que se
nace sino una construcción social.
La igualdad del derecho a los bie-
nes culturales comunes no se corres-
ponde con igualdades de hecho. Gran
parte de la población no se siente au-
torizada y aceptada para atravesar los
umbrales de los museos y otros no se
sienten representados por lo que exhi-
ben. No se trata de pensar en lo que les
falta a los visitantes (modelo del défi-
cit) sino de lo que les falta a losmuseos
para ser interesantes para ellos (Dodd,
2002). Construir la noción de comu-
nidad/comunidades de cada museo es
un proceso difícil de movilidad y mo-
vilización y de alto convencimiento.
Por su parte, la
participación
que
concibe a los visitantes como actores
y coautores requiere de unamediación
cultural que comporta una ambigüe-
dad, busca favorecer los contenidos
investigados por los especialistas, al
mismo tiempo que los limita como
consecuencia de la participación de
los visitantes (Caillet, 2007). Esta
ambivalencia reposa en el corazón de
toda forma de mediación participativa
en instituciones culturales. Cada ex-
posición debiera ser, desde este punto
de vista, un lugar común donde cada
autor (especialista o no) pueda inte-
rrogarse e interrogar a otros.
Para hacer lugar en los museos a
la participación de los visitantes, que
es una forma de ocupar el espacio-
museo con personas y no solo con
cosas, hay que estar convencidos de
que el poder común de la igualdad
de la inteligencia liga a los individuos
“cada uno y cada una, tienen el poder
de traducir a su manera aquello que
perciben, de ligarlo a la aventura inte-
lectual singular que los vuelve seme-
jantes a cualquier otro aún cuando
esa aventura no se parece a ninguna
otra…” (Rancière, 2010).
No todos se animan a la partici-
pación, es fácil de imaginar y difícil
de sostener. En el corazón de la pro-
puesta de la participación reaparece
la noción de compartir el poder del
conocimiento acerca del patrimonio.
Esto genera temores vinculados con la
confiabilidad de los contenidos, el sa-
ber experto menoscabado y la pérdida
de autoridad.
DEMOCRATIZACIÓN Y ELITISMO
Al decidir trabajar en la co-creación de
contenidos con visitantes se revelan
conceptos tales como democratiza-
ción y elitismo; confianza acerca de
la comunidad, autoestima y liderazgo;
control editorial y curatorial del mu-
seo; el derecho y responsabilidad del
museo a la selección final de los conte-
nidos y su interpretación, etc. (Govier,
2008). Sostenemos que los museos no
deben renunciar nunca a su responsa-
bilidad como instituciones culturales
pero es necesario que coexistan dife-
rentes fuentes de contenidos, ya que
cuando esto sucede en el marco de
una exposición se produce el enrique-
cimiento de todos.
Es necesario que todos los que tra-
bajan en un museo entiendan y con-
fíen en el potencial de los proyectos
participativos. Considerar a los visi-
tantes como patrimonio y como suje-
tos de deliberación patrimonial es una
tarea política, ética y poética a la vez,
es constituyente de la construcción
de ciudadanía. De las experiencias en
curso, aprendemos que no se reduce a
conocer sus expectativas, voces, nece-
sidades, sino fundamentalmente a ha-
cerles lugar en nuestras exposiciones.
Estas voces son valiosas cuando son