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NÚM. 11
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DICI EMBRE
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2012
Zúñiga se instaló en Tlalpan donde tuvo un estudio propio y donde vivió hasta el final de sus días.
Participó en la organización de la Escuela Nacional de Artesanías de la Ciudadela e impartió
cursos durante un año. Publicó artículos en la revista
Arte Público
de David Alfaro Siqueiros.
1954
R E T R A T O S H A B L A D O S
M
auricio
M
ontiel
F
igueiras
@Elhombredetweed
ROBERTO
M NT NEGR
(1887-1968)
EN
PESCADOR DE MALLORCA
(1915), CUADRO DE ROBERTO
MONTENEGRO QUE PERTENECE
AL ACERVO DEL MUNAL, EL
PINTOR JALISCIENSE DEMUESTRA
QUE EL ARTE PUEDE Y DEBE
DESAFIAR LA OSCURIDAD DEL
DEVENIR HISTÓRICO.
italo-brasileño avecin-
dado en Guadalajara.
En 1905, Montenegro
se mudó a la Ciudad
de México; poco des-
pués ingresó en la
Academia de San Car-
los, donde tuvo como
profesores a Antonio
Fabrés, Germán Ge-
dovius, Mateo Herrera
y Leandro Izaguirre. A
la par de sus estudios
en San Carlos, Mon-
tenegro se integró al
mundo cultural de la
capital; fue así como
pudo entablar amis-
tad con Jorge Enciso,
Diego Rivera y sobre
todo José Juan Tabla-
da, uno de los pilares
de la R
evista Moder-
na
, quien le inculcó
el gusto por el arte
japonés.
En 1906, Monte-
negro fue becado por
la Secretaría de Ins-
trucción Pública para
viajar a Europa. Su
primera escala fue Ma-
drid, donde consiguió
entrar en la Real Aca-
demia de Bellas Artes
de San Fernando; allí
estudió grabado con
el vasco Ricardo Ba-
roja. Hacia mediados
de 1907, Montenegro
decidió probar fortuna en París; fue
acogido por la Escuela de Bellas
Artes y la Académie de la Grande
Chaumière. Su habilidad le permi-
tió exponer en dos célebres salones,
el de los Artistas Franceses y el de
Otoño, además de editar un álbum
de dibujos prologado por el poeta
simbolista Henri de Régnier. Al ter-
minar el verano de 1910, Montene-
gro volvió a México y atestiguó el
inicio de la Revolución; tres años
más tarde, al cabo de participar
en dos muestras exitosas, empren-
dió el retorno a Europa. Instalado
de nueva cuenta en París, entró en
contacto con figuras de la talla de
Rubén Darío. Y entonces estalló la
Primera Guerra Mundial.
En cuanto empezó el conflicto,
Montenegro decidió refugiarse en
la isla de Mallorca; iba acompañado
por un amigo pintor, Antonio de la
Gándara. En su exilio mallorquín,
Montenegro hizo buenas migas con
otro colega: el catalán Hermene-
gildo Anglada Camarasa. El nexo
pictórico entre ambos artistas es
patente en
Pescador de Mallorca
(1915), cuadro luminoso de Monte-
negro que pertenece al acervo del
Munal y que demuestra que el arte
puede y quizá debe desafiar la os-
curidad del devenir histórico. Du-
rante su estancia de cinco años en
Mallorca, entre 1914 y 1919, Mon-
tenegro comenzó su carrera como
muralista; establecido en el puerto
de Pollensa, tomó parte activa en
la vida cultural insular. Además de
dar a conocer su obra en diversos
foros, Montenegro aceptó encar-
garse de la decoración mural del
Casino de Palma; esa fue la prime-
ra de varias comisiones a través de
las que el jalisciense exploró el te-
rritorio del fresco, y entre las cua-
les destacaría
Alegoría de las Ba-
leares
(1917-1919). En 1919, al cabo
de ganar renombre en suelo espa-
ñol, Roberto Montenegro regresó a
México; dos años después se suma-
ría con brío al naciente movimiento
muralista. “Quería poner mi grano
de arena para la reconstrucción de
mi patria luego de la Revolución”,
llegó a declarar.
N
acido en Guadalajara en el
seno de una rica familia jalis-
ciense, Roberto Montenegro debu-
tó en el terreno de las artes visua-
les gracias al modernismo. A los
dieciséis años comenzó a colaborar
como viñetista en la famosa
Revis-
ta Moderna,
fundada por Bernardo
Couto Castillo, que entre 1898 y
1911 tuvo dos épocas, la segunda
de las cuales contó con la dirección
del poeta y prosista Amado Nervo,
primo de Montenegro por vía ma-
terna. Entre 1904 y 1905, mientras
enviaba viñetas a la Revista Moder-
na, Montenegro realizó estudios
de arte; su primer maestro fue
Félix Bernardelli, pintor de origen
Roberto Montenegro,
Pescador de Mallorca,
1915