Página 20 - 10_Septiembre

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Núm. 8
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SEPT I EMBRE
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2012
Los talleres son principalmente para niños y jóvenes y ofrecen oportunidades para crear piezas que se
relacionan con las temporales.
1942
r e t r a t o s h a b l a d o s
M
auricio
M
ontiel
F
igueiras
@Elhombredetweed
CASTELLANOS
(1905-1947)
El
RetratodeGermánCueto
(1927), obrapertenecienteal acervodelMuseo
Nacional deArte, es unapinturaen laque JulioCastellanos buscó saldar unadeuda
conel lenguajeescultórico.
J
ulio Castellanos, uno de los
discípulos favoritos de Manuel
Rodríguez Lozano, tuvo una vida
breve pero fructífera. Fuerte rival
sentimental de Abraham Ángel, el
joven que cruzó como un meteoro
el cielo de la pintura mexicana con-
temporánea, Castellanos estudió en
la Escuela Nacional de Bellas Artes
entre 1918 y 1920; al abandonar el
territorio académico, decidió pro-
del cuerpo humano. Perfeccionista,
el pintor tomó desde sus inicios una
decisión especial: sólo firmaría cua-
dros que lo complacieran por com-
pleto. A partir de 1936, la resolución
llegó al extremo: la rúbrica de Cas-
tellanos se desvaneció de todas sus
obras. En este deseo de invisibilidad
se detecta el anhelo del artista por-
que su arte camine por sí solo, sin
prótesis nominales.
Paralelamente a su pintura, Cas-
tellanos desarrolló un filón esceno-
gráfico que contribuiría a renovar el
teatro mexicano. En 1927, en cuan-
to regresó de Europa a nuestro país,
el artista se unió al Teatro Ulises, la
célebre iniciativa cultural del grupo
Contemporáneos. Las primeras incur-
siones escenográficas de Castellanos
fueron como ayudante de Manuel
Rodríguez Lozano y Roberto Mon-
tenegro; en marzo de 1928, para la
tercera temporada del Teatro Ulises,
se encargó por sí solo de la esceno-
grafía de
El peregrino
, obra de Char-
les Vildrac: un montaje que marcó el
principio de la estrecha colaboración
entre Castellanos y el director y dra-
maturgo Celestino Gorostiza.
La experiencia en el Teatro Uli-
ses, cerrado en julio de 1928, sembró
en Castellanos un gran entusiasmo
por las artes escénicas que lo acom-
pañaría durante el resto de su vida y
lo haría profundizar en los vínculos
entre pintura y teatro. Cuando mu-
rió, el artista trabajaba en la esceno-
grafía del
Don Quijote
adaptado por
Salvador Novo para el Programa de
Teatro Escolar del Instituto Nacional
de Bellas Artes. Dos días antes de su
fallecimiento en la Ciudad de Méxi-
co, Julio Castellanos había termina-
do su
Autorretrato
. Ofreció su mejor
rostro para despedirse del mundo.
seguir su aprendizaje con Saturni-
no Herrán y Leandro Izaguirre. La
figura definitiva en la carrera de
Castellanos, no obstante, fue Ro-
dríguez Lozano, con quien entró en
contacto hacia 1921; la cercanía en-
tre ambos permitió que el aprendiz
de veinte años pudiera viajar a Eu-
ropa luego de visitar Buenos Aires
en 1925. La estancia europea, que
se prolongó dos años, convenció a
Castellanos de que ser artista exigía
hallar una expresión propia.
Al volver a México, Castellanos
comenzó a buscar esa expresión
en una pintura en deuda con el
lenguaje escultórico. Prueba de di-
cha deuda es el
Retrato de Germán
Cueto
(1927), obra perteneciente al
acervo del Munal, donde el escultor
estridentista adopta el gesto de una
estatua. Los personajes de Castella-
nos casi nunca miran al espectador:
viven entre muros que parecen cons-
truir claustros geométricos; en uno
de esos claustros habita la pareja de
La cirugía casera
(1934), fresco des-
tacado de Castellanos. Los muros,
sin embargo, se esfuman en
El día
de San Juan
(1937), donde el pintor
hace gala de su paleta cromática; en
este óleo, considerado no en balde
una de sus obras maestras, Castella-
nos exhibe el esplendor escultural
Julio Castellanos,
Retrato de Germán Cueto,
1927