Dossi er
|
2012
Rubén Herrera.
Trazo y volUmen
5
“Próximamente
abrirá una admirable
exposición el notable
pintor coahuilense
Señor Rubén Herrera”
La obra de Herrera es de una be-
lleza y de una extensión poco co-
munes y revela en la técnica, en la
interpretación y en la idea, tan fir-
me talento, tan intensas facultades
de emotividad, que no dudamos
de que este pintor se impondrá
por sí solo, ya que no necesita ayu-
da alguna, entre cuantos artistas
de su género existan ahora no sólo
en la República Mexicana, sino en
el mundo entero
Nosotros fuimos agraciados
por la suerte, siendo los primeros
en conocer la obra maestra de
Rubén Herrera, siendo los prime-
ros en admirar uno a uno los tra-
bajos del artista, entre los cuales
hay algunos que llaman la aten-
ción, aún de quienes conocen
profundamente el arte de Miguel
Ángel y de Velázquez.
Vimos, en primer término,
cuatro exquisitas reproduccio-
nes de los frescos de Miguel
Ángel: copias hechas, con per-
miso del Vaticano, en la Capilla
Sixtina, en donde esas joyas
artísticas se encuentran desde
hace muchísimos años.
[…] La opinión de Fabrés
está encerrada en las siguientes
líneas que tomamos textuales:
“Me complazco en acreditar con
mi mayor sinceridad que juzgo,
como cuantos han visto las re-
cientes copias de Miguel Ángel,
hechas por el joven Rubén He-
rrera, mexicano, que son NOTA-
BILÍSIMAS por todos conceptos,
tienen tanto más merito en el co-
pista, porque hasta en ellos pa-
rece verse la más evidente per-
sonalidad del GRAN ARTISTA”.
Roma ocho de mayo de 1912.
[…] Una colección de bellísi-
mos paisajes fue puesta a nuestra
vista: aquellos cuadros era una
orgía de colores, un derroche de
luz y de tonalidades admirable-
mente explotadas: amaneceres
grises, campos bañados por la
más esplendida luz solar, cielos
pardos de tardes lluviosas y roji-
zos crepúsculos otoñales, fueron
a recrearnos maravillosamente.
Lo más admirable, a nuestro
juicio sobre el ya célebre pintor
coahuilense, es la sobriedad con
LA CRÍTICA DE LA ÉPOCA, 1922
que maneja los colores del Iris,
la atingencia con que los com-
bina, y la maestría con que los
explota para lograr de ellos los
más puros efectos.
Su fuerte, él mismo nos lo
dijo, es el retrato: ha hecho mi-
llares de ellos, y en su mayoría
son sorprendentes.
Herrera habla con modestia:
pero con una modestia que no
raya en humildad, Herrera es un
pintor que sabe lo que vale y que
se pone a la altura a que debe
ponerse por sus propios méritos.
Gil Tor,
El Demócrata,
14 de
marzo de 1922.
“Con Asistencia del
Presidente de la República
y de los ministros de
Educación Pública y
relaciones exteriores
se inauguró ayer la
interesante exposición
del pintor Rubén Herrera”
Con la asistencia de altos fun-
cionarios públicos, entre otros el
ciudadano Presidente de la Re-
pública, los Secretarios de Edu-
cación y de Relaciones, señores
Vasconcelos y Pani; del Jefe del
Estado Mayor Presidencial, ge-
neral Pérez Treviño; del Director
de EL DEMÓCRATA, ingeniero
Vito Alessio Robles, y de muchos
de nuestros pintores, dibujantes
y escritores, se inauguró ayer en
la mañana, en los altos del Bach,
la exposición del artista mexica-
no Rubén Herrera, quien tras de
haber ganado envidiables lauros
en Europa, venía a demandar la
consagración como artista nacio-
nal, dentro del coro de nuestros
más brillantes talentos pictóricos.
La primera impresión que pro-
ducen los trabajos de Herrera, aun
antes de que sus méritos hablen a
la inteligencia, es la de una labo-
riosidad sin segundo. Óleos, acua-
relas, agua, fuertes [sic], retratos,
paisajes, copias de obras clásicas,
flores, entes demitología, de todo
hayenestavastacolección. Parece
como si el artista, un poco incierto
aún con respecto a su camino de-
finitivo, probase a manifestar su
talento en una interpretación múl-
tiple de la vida, sin nada que res-
trinja su visión ni limite su voluntad.
Quizá por eso se hace difícil –si no
imposible– circunscribir dentrodel
marco de unas cuantas palabras el
elogio de su obra.
En los retratos –algunos de
los cuales ocupan lugar prefe-
rente en la exposición – Herrera
parece desentenderse por com-
pleto de todas las relaciones de
la figura con el medio. La figura
está siempre en un fondo abso-
luto, sin aire, sin afanes de pers-
pectiva: claro que no hay alardes
de composición, y que el mayor
mérito del cuadro hay que bus-
carlo más allá del cuadro mismo,
en la intención del artista para
fijar en la carne los resplandores
de la personalidad.
En suma, se trata de un pin-
tor que cree en el dibujo por
sobre todo: el dibujo preciso y
honrado de una honda y desin-
teresada independencia.
Fuera de los óleos originales,
lo que sucesivamente cautiva en
la obra de este artista, son los di-
bujos, las acuarelas y las copias
de obras clásicas. A los dibujos
hay que buscarles casi siempre
el carácter particular dentro de
cierto estatismo que parece en-
lazarlos en un vago propósito. La
misma variedad de motivos nos
hace advertir el desinterés del
dibujante, para quien todo tiene
una oculta, una divina gracia: lo
efímero eterno que constituye
la esencia de toda creación ar-
tística. Más allá de este rasgo
común, los dibujos denotan algo
como la falta de una dirección
estética definida y poderosa.
Entre las acuarelas, hay al-
gunas de mérito sobresaliente,
como son, por ejemplo, una Santa
Cecilia y una Santa Lucía –adqui-
ridas por el ingeniero Vito Alessio
Robles–. La pureza y limpidez de
las figuras, la riqueza del fondo, un
fácil carácter de bizantinismo de-
liciosamente aliñado y laminado,
dan a estas pequeñas obras valor
extraordinario. En el concepto ge-
neral, son dichas acuarelas la nota
más bella de la exposición.
De entre las copias que le
han valido a Herrera elogios de
maestros y cordiales aplausos
de la multitud, señalaremos tan
sólo la del auto-retrato [sic] de
Fabrés, ciertamente obra su-
perior, por la delicadeza de los
tonos y la verdad de expresión
psicológica, que el artista mexi-
cano ha sabido conservar con
supersticioso respeto.
En síntesis, creemos que
este pintor múltiple, sin prefe-
rencias visibles, capaz de aco-
meterlo todo y de triunfar en
todo, representa una de las
mayores, de las más auténticas
capacidades de trabajo entre
nuestros artistas de hoy.
El Demócrata
,
18demarzode1922.
“La Exposición del
Pintor Coahuilense
Rubén Herrera será un
ruidoso éxito artístico”
Un paréntesis de exquisita belleza
en medio del prosaísmo perenne
de la vida diaria, ha venido a ser
la exposición abierta por el gran
pintor coahuilense, don Rubén
Herrera, quien hasta ahora viene
a revelársenos en toda la ampli-
tudde su talento artístico, en toda
la extensión de su ductibilidad de
pintor intérprete de muchas es-
cuelas y ejecutante de toda índo-
le de trabajos pictóricos.
Rubén Herrera, a quien hasta
ahora hemos conocido cabalmente
de quien estamos convencidos de
que es tan mago de la policromía,
ha realizado un éxito indescriptible
a la presentación de sus cuadros
que además de ofrecer innegable
belleza, acierto indisputable y talen-
to positivo, muestran la flexibilidad
del genio del artista para quien los
pinceles no tienen secretos, como
no los tiene el suave rayode luz que
imprime extrañas y caprichosas to-
nalidades, a las cosas que baña.
Y sin embargo, Rubén Herrera
no es un venerado porque no tie-
ne el temperamento puramente
mercantil, mejor sea dicho: MER-
CACHIFLE que es preciso poseer
en el siglo veinte para señalarse
por encima de todos, para sig-
nificarse como prominente aun
cuando en verdad esa prominen-
cia no esté fundada más que en
una charlatanería insubstancial,
hueca y disparatada; pero que
halagará a los espíritus mediocres
que fácilmente se dejan reducir
por una frase de relumbre o por
una colección de “opiniones au-
tografes”, que han de ejercer
presión intensa, aun cuando no
definitiva, en los cerebros pobres
de ideas y de opiniones propias.
De este artista nos sedujeron
efectivamente, los trabajos que
vimos; peromás aun hubo de sor-
prendernos su amplitud de cri-
terio pictórico, su ecuanimidad
para juzgar de los pintores de la
época y de los viejos maestros
del colorido: ama y admira hasta
la hipérbole, la pintura antigua;
pero también reconoce genio y
conocimiento en el difícil arte de
los pintores modernos que han
querido hacer de los pinceles,
elementos tendenciosos, como
los músicos alemanes, lo han he-
cho del pentagrama.
En Europa, en donde hizo sus
estudios hasta graduarse como
maestro de la pintura, tuvo nume-
rosas oportunidades de ver cua-
dros valiosos de pintores avanzadí-
simos de puntillistas o divisionistas
y admiró aquellos trabajos, pero
ya decimos, únicamente desde el
punto de la maestría para manejar
los colores y para imprimir los to-
nos luminosos sobre las telas.
Por último, al conversar con
Rubén Herrera, hablamos del re-
trato. He aquí el género que ha
cultivado de preferencia y el que
más le satisface; pero no es sola-
mente el retrato, sino en general
toda la pintura de figura, es la
que cultiva muy especialmente.
Tiene él su acerbo [sic] de
cuadros, frescos, acuarelas, óleos,
etc., etc., decenas de retratos y en
todos ellos se advierte al maestro,
se siente al pintor verdad que ha
sabido encontrar, en un rostro, la
expresión emotiva que ha de cau-
tivar: en unos ojos, el efecto lumi-
noso que ha de dar la impresión
de una mirada sensual, torva, do-
lorida o irritada y todo esto lo hace
tan suavemente, tan bellamente
que la impresión del maestro se
graba en quien ve sus trabajos,
aun cuando no se trate, precisa-
mente de un crítico de pintura.
Estoy seguro de que Rubén
Herrera, el genial pintor coahui-
lense que nos visita, obtendrá en
su exposición, un éxito sin pre-
cedente, pues entre las mismas
personas que cultivan el bello
arte de los Velázquez y los Miguel
Ángel, como ejecutores o como
dilettanti, hay positivo entusias-
mo por adquirir, cuando menos
por admirar, los bellos trabajos de
nuestro distinguido artista.
Gil Tor,
El Demócrata,
19 de
marzo de 1922.