Dossi er
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2012
12
Rubén Herrera.
Trazo y volUmen
RUBÉN HERRERA
XAVIER GUERRERO
C
on el título “El olvido del aca-
demicismo frente a la plásti-
ca posrevolucionaria”, Juan Ma-
nuel Corrales Calvo, especialista
en arte y antigüedades, curador
y restaurador de pintura de caba-
llete, relata la biografía del pintor
Rubén Herrera, nacido en Villa
de Coss, Zacatecas, en 1888. El
texto de Corrales Calvo apareció
originalmente en
Rubén Herrera
(1888-1933
), publicado en 2002.
Los subtítulos del autor rigen las
épocas en las que transcurre la
vida del pintor, destacando los
acontecimientos de la época y
su producción, que oscila entre
el retrato, el paisaje, la naturale-
za muerta y copias académicas.
Nos enteramos de las clases de
dibujo de Rubén Herrera en el
Ateneo Fuente bajo la enseñan-
za de Francisco Sánchez Uresti,
quien fuera alumno del pintor ca-
talán Antonio Fabrés, maestro de
la Academia de San Carlos; tam-
bién de su viaje a temprana edad
a Roma para instruirse en esa ciu-
dad con ojos sedientos del arte
de Miguel Ángel, Tiziano, Rafael…
Una vez en contacto con Antonio
Fabrés, quien fungirá como ami-
go y consejero, Rubén Herrera
estuvo vinculado a las academias
y concursos de arte de la época,
entre los años de 1910 a 1913,
absorbiendo todas las enseñanzas
y transfiriéndolas a sus papeles y
telas. Es de señalar la trayectoria
de retratista de Herrera, actividad
que compagina con los apuntes
costumbristas realizados al aire li-
bre en las calles romanas.
A su regreso a México en
1920, casado con Dora Scaccio-
ni, también pintora, Rubén He-
rrera decidió crear la Academia
de Pintura de Saltillo, otro de
sus méritos personales. Los úl-
timos momentos en la vida del
pintor y promotor cultural son
narrados por el autor: “Perma-
nece en su ciudad natal hasta
1933, año en el que le ofrecen
un puesto acorde a su trabajo
en la Secretaría de Comuni-
caciones y Obras Públicas, en
la Ciudad de México. Acepta
y se traslada a la capital de la
República, pero no por mucho
tiempo, ya que ese mismo año,
el primero de octubre, muere
en esta ciudad. Aunque su tra-
bajo y su vida se vieron sesga-
dos por el inevitable llamado
de la muerte, logró sembrar en
Saltillo la semilla de su arte, su
profesionalismo y sus grandes
dotes como maestro en el re-
cuerdo de sus alumnos y en las
futuras generaciones de artistas
a través de la Academia”.
Por otro lado, el ensayo de
Citlali Salazar Torres, Doctoranda
en Historia del Arte por la
unam
,
lleva por título “Artista pintor
de Saltillo”, en el cual examina
formalmente algunas de las prin-
cipales obras de Rubén Herrera,
a quien califica de “un pintor de
entre siglos”. Su objetivo, aclara,
es “establecer algunas posibili-
dades de acercamiento al artista
a partir de su producción y de
ciertos momentos en su vida pro-
fesional”. Para ello, selecciona
diversas obras. En
A fontana di
Trevi
, un bolero está cepillando
un zapato, y que es una de las
muchas piezas que Rubén He-
rrera hizo durante su estancia en
Roma. La autora subraya los do-
tes de dibujante del artista; para
constatarlo, están sus numerosos
apuntes y bocetos que hizo en
sus paseos por la Ciudad Eterna.
“Como dibujante captó múltiples
fisonomías, animales, escenas,
paisajes, detalles anatómicos o
rincones de lugares. Esta expe-
Colección
México a través
de sus artistas
Museo Nacional de Arte,
Gobierno del Estado de Coahuila,
Secretaría de Cultura del Estado,
2012, 120 págs.
PUBLICACIONES
riencia lo hizo sensibilizarse en la
composición y en la observación
de las personas: captar semblan-
tes diversos, estados anímicos y
conectarlo con identidades, fue
una habilidad que ganó con el
esfuerzo de su práctica y por la
técnica aprendida de Fabrés, su
maestro en Roma”.
Para la autora,
Mirando al Ti-
ber
es otro extraordinario dibu-
jo que comparte las cualidades
de otros bocetos al capturar un
instante y otorgarle cualidades
expresivas; en el caso de las
pinturas, Salazar Torres analiza
la titulada
Ni envidioso, ni en-
vidiado
, la figura de un hombre
sentado con la pierna cruzada,
y anota: “El personaje del re-
trato no está identificado; por
el título que le asignó el pintor
sabemos que se inspiró en un
conocido pasaje de la vida de
Fray Luis de León, poeta y hu-
manista español del siglo XVI”.
Otras obras que señala la
investigadora es
Campesina ita-
liana
, el retrato de una mujer de
fuerte mirada y pose altiva, casi
desafiante, así como las esplén-
didas
Santa Lucía y Santa Cecilia
,
firmadas en Roma en 1918, que
“guardan un aire bizantino en el
rico fondo dorado, que a la vez
da la impresión de tratarse de ri-
cas telas brocadas, de aquellas fa-
mosas y prestigiadas que se pro-
ducían en territorios italianos”.
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Colección
México a través
de sus artistas
Museo Nacional de Arte,
Gobierno del Estado de Coahuila,
Secretaría de Cultura del Estado,
2012, 120 págs.
Colección
México a través
de sus artistas
Museo Nacional de Arte,
Gobierno del Estado de Coahuila,
Secretaría de Cultura del Estado,
2012, 120 págs.
OLIVERIO
MARTÍNEZ
E
n “La pasión de un acadé-
mico”, el arquitecto e inves-
tigador Xavier Guzmán Urbiola,
nos revela los lazos de sangre
de la numerosa familia Martínez
de Hoyos, para después narrar
las inquietudes artísticas del
joven Oliverio en la Academia
de San Carlos y en el taller del
escultor José María Fernández
Urbina, entre los años de 1927
a 1929. También nos descubre
al artista amoroso que prodi-
ga su amor por la adolescen-
te Eloína Peláez Machorro. El
autor examina las incipientes
esculturas de Oliverio, como
el monumento al piloto Emilio
Carranza, en Saltillo, Coahuila;
el Monumento a Emiliano Za-
pata en Cuautla, Morelos, hasta
llegar a los majestuosos grupos
escultóricos del Monumento a
la Revolución.
Por su parte, en su ensayo
“Un hito de la escultura mexi-
cana”, el crítico de arte Enri-
que Franco Calvo considera a
Oliverio un verdadero autodi-
dacta, con una carrera tan exi-
tosa como efímera. “La obra
escultórica emblemática de la
Revolución mexicana son las
cuatro esquinas del Monumen-
to a la Revolución que realizó
Oliverio Martínez luego de ha-
ber ganado con plena legitimi-
dad un concurso”. Al igual que
la obra de pequeño formato
del escultor, las que decoran
las esquinas del Monumento
a la Revolución mantienen una
fuerte y clara corpulencia, tal
como se aprecian en las pági-
nas de esta monografía.
•
G
uillermina Guadarrama
Peña, investigadora del
Centro Nacional de Investi-
gación, Documentación e In-
formación de Artes Plásticas
(CENIDIAP), nos ofrece una vi-
sión general en torno a Xavier
Guerrero como muralista en
la época posrevolucionaria. La
autora destaca, por ejemplo, la
pintura mural
Signos zodiaca-
les
, pintada en 1921 en el anti-
guo templo de San Pedro y San
Pablo (hoy Museo de las Cons-
tituciones), pero también la
ejecutada en la ciudad de Chi-
llán, Chile, en 1941, de la cual
se reproducen algunos detalles
en el libro. Asimismo, la investi-
gadora subraya los aportes del
artista en el campo de diseño
al lado de Clara Porset, como
los creados para el Concurso
de Diseño Orgánico para Mobi-
liario Habitacional, organizado
por el Museo de Arte Moderno
de Nueva York en 1941.
El ensayo siguiente, firmado
por Arturo López Rodríguez,
investigador y editor del Mu-
seo Nacional de Arte, aborda
al "artista obrero" y su vínculo
con los artistas e intelectuales
del México de los veinte, en-
tre ellos, Diego Rivera, David
Alfaro Siqueiros, Roberto Mon-
tenegro, Julio Antonio Mella,
Jean Charlot, Edward Weston,
Tina Modotti, John Dos Passos,
Katherine Anne Porter, entre
otros artífices del llamado Re-
nacimiento mexicano (en pala-
bras de Jean Charlot), del que
el coahuilense Xavier Guerrero
formó parte demanera notable.
•
TRES ARTISTAS
COAHUILENSES