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Núm. 7
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agosto
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2012
José María Velasco nace el 6 de julio, en Temascalcingo en el Estado de México. Hijo de Felipe
Velasco, comerciante, y María Antonia Gómez Obregón (hija de españoles).
1840
Los guías del Museo Nacional de Arte conviven de
manera directa con el público, y su trabajo es rico
en anécdotas. En esta ocasión, compartimos con
los lectores algunas experiencias que han sucedido
A
rturo
P
érez
C
erón
A
través de los años hemos ob-
servado y se ha dejado regis-
tro por escrito en los comentarios
del público, que José María Velasco
es una referencia directa al Munal.
Observamos que los niños que vie-
nen acompañados de sus padres
y de sus abuelos recuerdan juntos
algunos lugares presentes en sus
grandes paisajes. También los estu-
diantes, desde preescolar hasta la
universidad, los novios, las perso-
nas de la tercera edad, en fin, una
cantidad enorme de gente, suelen
llevarse como recuerdo una foto-
grafía junto a la obra de Velasco.
En la visita guiada es muy co-
mún que se nos solicite hablar de
las obras de Velasco. Es por ello que
hemos acumulado a lo largo de los
años un sinnúmero de anécdotas,
algunas que nos gustaría compartir
con ustedes.
En una visita de niños de pri-
mero de primaria, después de hacer
una mecánica de sensibilización y
de hablar de la importancia de los
colores, las texturas y los olores, un
niño levantó su mano para interrum-
pir la visita y dijo emocionado: “¡Yo
conozco el Popocatépetl!, es un lu-
gar muy bonito, me llevó mi papá el
domingo y se siente mucho frío ahí”.
Después de esa interrupción todos
los niños hicieron comentarios de
los árboles, de los arbustos, de las
piedras, hasta de lo que creían que
se sentía respirar ese aire tan limpio
que se aprecia en el valle.
Todos estaban emocionados, ex-
cepto uno que observaba y escucha-
ba. Se me hizo extraño y al final le
pregunté: “¿A ti te gusta este cuadro?”
Me contestó que sí, pero que él veía
otra cosa: “Creo que esa águila que
se come el pajarito y los nopales,
son México, como en el escudo de
la bandera”. Luego sacó una mone-
da de 1 peso y me señaló enfático
su idea.
Me pareció un descubrimiento
extraordinario para un niño de pri-
mero de primaria. Velasco quizá se
sentiría orgulloso de haber dejado
muy clara su relación con el nacio-
nalismo a través de símbolos que
son reconocibles y siguen vigentes
al día de hoy.
Ofrecemos visitas guiadas a público escolar, familiar, jóvenes, adultos y tercera edad. Ade-
más de visitas a las exposiciones temporales y permanente. Ofrecemos como parte de un
programa de equidad de género del INBA, la visita guiada
La mujer en el arte
durante todo el
año y el programa
Una Cana al Arte
para adultos de la tercera edad.
Los talleres son principalmente para niños y jóvenes, y ofrecen oportunidades para crear
piezas que se relacionan con las temporales o, en el caso de las escuelas, con el acervo de
la permanente.
VISITAS
GUIADAS y
talleres*
*Consulte cartelera
Los domingos por la mañana el
Museo recibe a un grupo nutrido
de adultos que se hacen llamar ami-
gos del arte. Es un grupo crítico y
cada domingo desde hace 12 años
vemos, revisamos, comentamos y
discutimos en torno a la obra de
un artista. En una ocasión revisá-
bamos el
Valle de México desde el
cerro de Santa Isabel,
en la que co-
mentaba datos históricos y técnicos
de preparación de tela y materia-
les. Repentinamente una persona
de aproximadamente 40 años se
quedó a escuchar nuestra charla, al
tiempo que hacía anotaciones en
una libreta pequeña, sacaba una
regla y media. Todo el tiempo se
mantuvo con el grupo en silencio
y cuando terminó la sesión por fin
decidió hablar y me señaló que
quería hacer algunos comentarios.
Resulta que era un estudian-
te alemán de geología, que se en-
contraba haciendo un proyecto de
investigación sobre aspectos de la
tierra y su comportamiento, sobre
la trata de agua y recursos renova-
bles; esto para países Latinoameri-
canos con pocos recursos. Sin dete-
nerse ni un segundo, nos dio una
cátedra sobre cómo Velasco era un
gran conocedor de la tierra y de sus
riquezas, y sobre los múltiples da-
tos que había recogido del artista.
En su época, Velasco expuso
esta pieza en una feria internacio-
nal, lo que puso en la mira de mu-
chas personas a nuestro país.
En otra ocasión, un grupo de
maestros jubilados y entusiastas so-
licitaron un recorrido guiado espe-
cíficamente a las obras de José Ma.
Velasco. Platicábamos sobre la Vista
del valle de México desde Molino del
Rey. Puse mucho énfasis en cómo
esta obra retrataba un lugar emble-
mático, ya que en 1847 fue blanco
del ejército enemigo durante la in-
tervención extranjera de los Estados
Unidos. Mencioné también que el
primer plano es tomado puntual-
mente desde la Hacienda de los Mo-
rales (hoy ubicada en Polanco), de la
que se cuentan múltiples anécdotas,
como la ocasión en la que Francis-
co Villa acampó con su ejército para
descansar y comer. Al centro de la
obra ubicamos el castillo de Chapul-
tepec, la Ciudad de México y al fon-
do los emblemáticos volcanes.
Después de toda una discusión
en relación al espacio físico repre-
sentado en la obra, una persona que,
probablemente mientras observaba
la pieza volaba con su imaginación,
me interrumpió y me dijo: “Mire us-
ted, qué bonito era Acapulco”.
El grupo se comportó con mu-
cho respeto y nadie la sacó de su
error. Lo único que hice fue indicar-
le que esa gran cantidad de agua era
el lago de Texcoco y que sí, efectiva-
mente, se antojaban unos días en las
playas de ese bello puerto.
Finalmente los cuadros y el
arte están ahí para imaginar, re-
flexionar y en el caso de Velasco,
añorar aquellos parajes que sim-
plemente al ser contemplados nos
invitan a suspirar.
e d u c a c i ó n
durante las visitas guiadas en
torno a la obra de José María
Velasco, nuestro homenajeado
en el número de agosto del
Periódico Munal.
José María Velasco,
Valle de México desde el cerro de Santa Isabel
, 1877.
José María Velasco,
Valle de México desde el cerro de Santa Isabe
l, 1875.
José María Velasco,
Valle de México desde molino del Rey
, 1900.