NÚM. 6
|
JUL IO
|
2012
D O S S I E R
S U R R E A L I S M O . V A S O S C O M U N I C A N T E S
2
La muestra
Surrealismo. Vasos comunicantes
reúne en el Munal a los
máximos exponentes de un movimiento que marcó al siglo xx. Dos lecturas
–una histórica y otra psicoanalítica– fundamentan la curaduría de esta
exposición que nos adentra en el fascinante mundo del inconsciente, con
artistas como Max Ernst, Joan Miró, René Magritte, Salvador Dalí, Yves
Tanguy, Luis Buñuel, Leonora Carrington y Remedios Varo.
U
na Europa convulsa por la
primera Guerra Mundial dio
vida a dos movimientos de
vanguardia mundialmente reconoci-
dos, el Dadá y el Surrealismo. Tras
la ruptura que tuvo André Breton
con el Dadá, se inspiró en las tera-
pias psicoanalíticas para publicar el
primer
Manifiesto surrealista
(1924),
vertiendo en él su creencia sobre
la armonización entre el estado del
sueño y la realidad.
En su origen, el movimiento es-
tuvo integrado por poetas y filóso-
fos y, tan sólo en un año, se inclinó
hacia la búsqueda de una estética
propia que representara el fluir del
inconsciente, la emergencia de una
realidad alterna a la racional (que
llevó a la situación política y social
desastrada que culminó con las gue-
rras mundiales) y que diera cuenta
de todo lo que habita en una región
de nuestra psique que a muchos nos
da miedo explorar. La búsqueda se
inició con la inauguración de la pri-
mera muestra de pintura surrealista,
en la que expusieron artistas como
Max Ernst, Joan Miró, André Mas-
son y Jean Arp, que tuvo lugar en
París en 1925.
En años posteriores la corrien-
te tuvo una nueva ambición teórica,
ya que el movimiento no sólo debía
tener como propósito cambiar la
vida por conducto del arte, también
debía transformar el mundo con
una revolución internacional. Am-
bas premisas se pudieron leer en
algunos números de la
Revolución
surrealista
y en el segundo
Mani-
fiesto surrealista
(1929), redactado
también por Breton.
OTROS MUNDOS
Debido a la presión atmosférica, dos
o más contenedores unidos entre sí
por un tubo que los vincule en la
parte inferior, alcanzarán siempre el
mismo nivel sin importar la adición
de líquido y en qué recipiente se
Antonieta Bautista
Hasta el 15 de septiembre
realice esta adición. Este principio
físico nos ha servido como metáfora
para representar el proceso por el
que dos o más continentes, unidos
entre sí, siempre aspirarán a tener
el mismo nivel de importancia en
una enunciación de muchas voces.
En la historiografía del arte, Amé-
rica permanece como el continente
relegado, que vive sintéticamen-
te los procesos del arte europeo a
destiempo y que nunca puede salir
de su rezago. Ante los contactos de
Breton y de otros surrealistas con
un universo cultural distinto al suyo,
ante la asimilación de los principios
surrealistas elaborada por artistas
latinoamericanos, planteamos que
el surrealismo es el tubo que une
a los continentes (entendidos en
ambos sentidos: el geográfico y el
físico) y, por tanto, la vanguardia
que le permite a América adquirir el
mismo nivel de enunciación plástica
que Europa. Por ello, hablamos de
que existió un diálogo.
Impulsado por la búsqueda de
lo maravilloso y lo mágico, el grupo
surrealista amplió el descubrimien-
to no sólo al mundo de lo onírico y
del inconsciente; también logró zar-
par a puertos de países exóticos y
“primitivos”, posibilitando el encuen-
tro con otros mundos. Asombrados
por el descubrimiento de lo que
en su esfera histórica se considera-
ba como “prácticas no racionales y
poco convencionales”, los artistas
surrealistas, como si fueran antro-
pólogos maravillados, vieron en las
manifestaciones artísticas primitivas
el alimento necesario para mantener
viva la corriente, dotándola de una
peculiar fuerza internacional y, has-
ta cierto punto, primigenia. Conte-
nedores de lo maravilloso, ciudades
como Tokio, Egipto, Perú, Santiago
de Chile y México, al ser sedes de
las exposiciones internacionales a
partir de 1935, perpetuaron este in-
tercambio mediante la divulgación
del trabajo de artistas surrealistas.
Desde luego que este intercambio
también proliferó a la inversa, pues
artistas ávidos por aprender los mé-
todos plásticos de la vanguardia, se
embarcaron a la aventura de cono-
cer Europa, como Roberto Matta y
el propio Diego Rivera.
¿SABÍASQUÉ?
Tras el estallido
de la segunda
Guerra Mundial
se refugiaron
en nuestro país
escritores y artistas
pertenecientes
al movimiento
surrealista.
Algunos de ellos
se quedaron para
siempre en México,
como fue el caso de
Leonora Carrington,
Remedios Varo,
Kati Horna y
Wolfgang Paalen.
En 1936 llegó a la
Ciudad de México
el dramaturgo y
poeta surrealista
Antonin Artaud.
Atraído por la
magia de nuestro
país, profundizó
en la práctica
de la ingesta del
peyote en la Sierra
Tarahumara.
André Breton
llegó a México
en 1938, y sólo
permaneció cuatro
meses, en casa
de Diego Rivera
y Frida Kahlo.
Estableció un
breve encuentro
con León Trotsky,
quien se hallaba
en condición de
asilado político.
Otro acontecimiento importan-
te que logró unificar ambos lados
del Atlántico se registró desde 1939,
cuando al escapar de la guerra, al-
gunos artistas surrealistas se refu-
giaron en países como Estados Uni-
dos y México.
Estos encuentros se plantean,
dentro de la muestra del Munal, en
su primer apartado, titulado “La re-
vuelta creadora. Génesis del Surrea-
Roberto Matta.
Tornado di sensazioni
, 1971. Óleo sobre tela. Colección Pérez Simón, México. Fotografía: Arturo Piera.