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Núm. 3
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Abri l
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2012
Abril 19 de 1893. Nace en Barcelona el artista plástico
Joan Miró
, pintor, escultor, grabador y
ceramista español, uno de los máximos representantes del surrealismo; su obra refleja su interés
en el subconsciente, en lo “infantil” y en su ciudad natal.
1893
J U A N U R R U C H I
(1828-1892) nace y mue-
re en la Ciudad de México.
Ingresó a la Antigua Academia de
San Carlos y se orientó a la pintura.
Primero fue alumno de Miguel Mata
y Reyes y, posteriormente, fue uno
de los discípulos más aventajados
de la primera generación que formó
el maestro catalán Pelegrín Clavé,
a partir de 1848. Sus asuntos pic-
tóricos fueron esencialmente de gé-
nero religioso y retrato, obteniendo
una pensión en el plantel. Fue pro-
fesor de la clase de dibujo en yeso
por tres décadas, hasta su muerte.
A r t i s t a d e l m e s
Víctor T. Rodríguez Rangel
Munal
E
l 17 de abril de 1695 murió en
la Ciudad de México la sabia
poetisa Juana Inés de Asbaje
y Ramírez de Santillana, mejor cono-
cida como sor
Juana Inés de la Cruz
,
víctima de una de las frecuentes epi-
demias que asolaban la capital de la
Nueva España y que diezmaban a la
población. La religiosa tomó los vo-
tos de las monjas Jerónimas y se de-
dicó a las letras, legándonos una pro-
ducción que la consagra como una
de las “glorias” de la literatura mexi-
cana, siendo sus obras grandes clási-
cos iberoamericanos de la lengua. Su
trascendencia le ha hecho ganar los
seudónimos de
Fénix de América
o
la
Décima Musa mexicana
.
En el mes de su muerte, en este
número se le recuerda a través de
la pintura del artista mexicano Juan
Urruchi (1828-1892), quien no fechó
su obra en la que sor Juana toma el
hábito, consagrándose a la vida as-
cética del monasterio, pero se puede
datar de los años del creciente inte-
rés por su figura y por la valoración
de su obra literaria, en la década de
los setenta del siglo xix. En cuadro
se exhibe en la sala
El historiador del arte Fausto
Ramírez describe el episodio que se
mira en la pintura, el cual tiene tin-
tes narrativos en torno a los pasajes
de la vida de la insigne dramaturga
y poeta de San Miguel Nepantla, Es-
tado de México: “Interior del estudio
de Juana Inés de Asbaje, presumible-
mente en el palacio virreinal de la
Ciudad de México. En primer térmi-
no, arrodillada, Juana Inés toma con
unción el hábito blanco y negro de
las monjas jerónimas que ante ella
despliega el confesor del virrey, y
director espiritual de la futura reli-
giosa, el jesuita Antonio Núñez de
Miranda.”
1
Las figuras protagónicas están
rodeadas de múltiples objetos y
muebles minuciosamente detallados,
al tiempo que se visualizan los mo-
tivos arquitectónicos de la estancia,
como el piso baldosado de ladrillos,
la puerta de acceso y la ventana por
la que ingresa una luz que ilumina
escénicamente el acontecimiento. La
escena resulta con una idealización
sentimental propia del romanticismo
del siglo xix y con estricto apego a la
veracidad figurativa. El suceso debió
de haber ocurrido en 1667, cuando
la precoz jovencita de las letras, a
sus quince años, manifestó que no
le interesaba en un futuro casarse y
que su deseo era ingresar a la vida
religiosa a fin de consagrarse por
completo a la literatura.
Las cualidades del cuadro co-
mulgan con la formación de Urruchi,
quien ingresó a la antigua Academia
Nacional de San Carlos de la Ciudad
de México para convertirse en un
pintor profesional bajo la dirección
de los connotados profesores Miguel
Mata y Reyes y el catalán Pelegrín
Clavé. Fue por treinta años profesor
de la clase del dibujo del yeso hasta
su muerte y si bien no brilló como
otros pintores académicos que hoy
reconocemos de aquel siglo, el caso
de Velasco, Rebull, Cordero, Parra,
Obregón o Pina, logró composicio-
nes de altos méritos premiadas en
las exposiciones periódicas de San
Carlos. Esta obra sobre sor Juana es
quizá su mejor y más conocida pin-
tura, siendo la única pieza del artista
en el acervo del Munal.
La representación pictórica de la
efigie de sor Juana Inés de la Cruz
es mucho menor de lo que pode-
mos pensar en los siglos xviii y xix,
siendo junto con esta obra la más
conocida y lograda la que realizó el
oaxaqueño Miguel Cabrera en 1750.
Hay, sobre todo, varias efigies de la
escritora barroca en las estampas li-
tográficas del diecinueve. En el siglo
xx, lo más granado de la poesía y las
letras de México y del mundo de la
lengua castellana, incluido el Premio
Nobel de Literatura Octavio Paz, han
derrochado elogios por el legado
de la “Musa” de la redondilla satíri-
ca, contra la hipocresía moral de los
hombres seductores:
Hombres necios que
acusáis a la mujer
sin razón, sin ver que
sois la ocasión de lo
mismo que culpáis…
1.Fausto Ramírez, comentario a la
pintura de Juan Urruchi,
La vocación
de sor Juana Inés de la Cruz
, en
Catálogo Comentado del Acervo del
Museo Nacional de Arte, Pintura.
Siglo xix
, tomo III, México, Munal/
INBA, 2009, p. 279.