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Núm. 2
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marzo
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2012
1922
El 25 de marzo de 1922, nació en Zacatecas,
Pedro Coronel
, pintor y escultor, instruido en la Escuela Nacional de
Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, ligado a los artistas de la llamada “Ruptura” en la década de 1950.
Un museo lleva su nombre en Zacatecas.
archivos secretos
EL SALTO INEXISTENTE
E
steban
A
zcárate
publicaciones
C
uenta la leyenda que la noche del 30 de junio de 1520, cuando los gue-
rreros mexicas se abalanzaron sobre los españoles durante su huida de
Tenochtitlán, Pedro de Alvarado, uno de los hombres fuertes de Cortés, realizó
una maniobra espectacular que le permitió salvar la vida, y cuya hazaña puso
nombre a una calle de la ciudad. En la llamada “Noche Triste”, al “Sol” –como
le llamaban los indígenas por su aspecto rubio y barbado–, le tocó cuidar la
retaguardia con un grupo de soldados, y por lo tanto fue de los últimos en
escapar del pandemónium desatado por los aztecas. Tras dejar atrás la calzada
de Tacuba, se encontró con una cortadura en la camino que los españoles que
le precedieron intentaron tapar con un puente portátil de madera; sin embargo,
éste su hundió con el peso de las tropas, los caballos y los tesoros que llevaban.
Viéndose asediado por flechas y piedras, tomó una vara del suelo y, al más puro
estilo de un atleta que practica el salto de garrocha, la utilizó para atravesar las
aguas. Del otro lado, trepó a las ancas del caballo de un tal Gamboa, y completó
la huida, justo antes de sufrir el mismo destino que los numerosos soldados que
perecieron durante el combate.
En conmemoración de tan singular acto, la calle donde sucedió lleva
hasta nuestros días el nombre de Puente de Alvarado. Sin embargo, el histo-
riador y cronista Luis González Obregón (quien también tiene una calle con
su nombre en el Centro Histórico de la ciudad, entre República de Brasil y
Argentina), escribió en su libro
Las calles de México
que la historia ocurrió
de otro modo, pues un salto de aquella magnitud resulta imposible. Alvarado
sí cruzó la acequia, pero mediante una viga que estaba atravesada sobre las
aguas. De haber hecho aquel salto olímpico, como señala Antonio de Solís
en
Historia de la conquista de México
, hubiera dejado “más encarecida su
ligereza, que su acreditado valor”.
Pero la exageración es el componente principal de las leyendas. De otro
modo, no sobrevivirían ni mucho menos se utilizarían para nombrar las
calles de la ciudad.
E
l libro
Pecados y milagros
es representativo de
un tipo distinto de museo y, por tanto, de un
espectador revolucionado. La experiencia del arte
no es ya únicamente visual, y el espectador no se
encuentra fuera del discurso mismo de las muestras
sino que la exposición es susceptible de interven-
ción por parte del público. En este caso,
Pecados y
milagros
nace de la interrelación entre dos senti-
dos distintos: el oído y la vista. Lila Downs, artista
oaxaqueña de renombre internacional, a partir del
impacto que le causaron una serie de exvotos de
temáticas contemporáneas (la diversidad sexual, la
migración, etcétera), genera el primer escalón del
proyecto, invitando a pintores actuales a realizar
exvotos contemporáneos con el fin de convertirlos
más tarde en temas de canciones de su nuevo disco.
Pecados y milagros es una mezcla de artes que, más
tarde, se unen con la vocación del Munal y se mez-
clan con sus antepasados pictóricos: aquellos ex-
votos que fueron para Diego Rivera, la más sincera
manifestación de arte mexicano. El museo presenta
en el libro y en la exposición el recuento de siglos
de tradición votiva, mostrando cómo el contacto
con la divinidad se transforma y genera nuevos dis-
cursos y manifestaciones que se han integrado a la
tradición del exvoto mexicano. La música de Lila
Downs, así mismo, busca entablar un cierto diálogo
votivo al mismo tiempo que dialoga con la plástica,
el arte popular y las problemáticas de nuestro siglo.
El público ha interactuado con esta muestra, ex-
presando en forma de milagritos (cintas escritas)
sus deseos y expectativas; además el Museo ha ex-
PECADOS Y MILaGROS
PECADOS Y
MILAGROS
puesto los exvotos creados por el público, en los
pasillos, haciendo de
Pecados y milagros
, un pro-
yecto que se transforma y amplía.
El catálogo, memoria de la muestra, incluye el
disco de Lila Downs así como una recopilación de
los cien exvotos que componen la serie de obras
antiguas a resguardo del Munal y de coleccionistas
particulares, y los quince creados exprofeso para
este proyecto tanto visual como musical. En el volu-
men, Adolfo Mantilla (jefe de investigación de este
museo) muestra los virajes que da el arte para in-
cluir en su corpus manifestaciones que antes corres-
pondían a otro discurso; el exvoto, perteneciente en
sus orígenes al ámbito de lo popular y religioso, se
ha transformado durante el siglo
xx
en objeto ar-
tístico y de museo. Esta mirada antropológica hace
patente no sólo el disfrute artístico dentro de su
contexto particular, sino las maneras que tiene el
arte en general para convertirse en tal.
Así mismo, el catálogo incluye un texto de Elín
Luque Agraz, directora de la Casa Lamm y experta
en la tradición votiva, que revela contenidos en las
pinturas que podrían pasar inadvertidas en un es-
pectador menos avezado. Santiago Espinosa de los
Monteros, hace su crítica de arte al respecto de los
nuevos exvotos y manifiesta su interés en esta no-
vedosa forma de tratar las manifestaciones votivas.
El diseño de Alejandro Magallanes, Selva Hernán-
dez y Teresa Peyret subraya el contenido del libro,
convirtiéndolo, además, en un objeto apreciable en
sí mismo, en un libro que vale la pena ver y poseer.
Leandro Izaguirre
El suplicio de Cuauhtémoc, 1893
Óleo sobre tela