Página 11 - 02_Cine_surrealista

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Cuando André Breton, Benjamin Peret, Paul Éluard y el conjunto de los surrealis-
tas anunciaron la aparición de ese movimiento, llamado a conmocionar la
percepción y las ideas del arte y la belleza, la imagen a través del texto, el pincel,
la fotografía o el cine vinieron a encarnar el paradigma de ”lo nuevo”: el encuen-
tro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección,
surgiendo en las últimas décadas del siglo
xix
, y mediante la poesía, por el
Conde de Lautréamont.
Entre las imágenes inolvidables que el surrealismo creó tal vez la más fa-
mosa y conocida provenga del séptimo arte: una nube que cruza la luna llena se
transforma en un ojo cortado por una navaja. Luis Buñuel en Un perro andaluz
creó esa imagen, síntesis visual y en plena acción del enunciado de Breton: la
belleza será convulsiva, o no será.
En el celuloide el surrealismo hizo su casa, desde los pioneros Marcel
Duchamp, Germaine Dulac y Man Ray hasta llegar a Alejandro Jodorowsky y
Nicolás Echevarría, pasando por grandes maestros como Jean Cocteau, Alain
Resnais y el propio Buñuel la pantalla se volvió el lugar ideal para lo onírico, la
transformación visual y la imaginería poética.
No podríamos entender el surrealismo sin la libertad narrativa y visual que
le aportó el cine, y no podríamos entender el cine hoy sin el vértigo que el su-
rrealismo puso en su seno para transformarlo. Precisamente Vértigo se llama la
película, obra maestra del amo del suspenso Alfred Hitchcock, que con todo
derecho pide su lugar en un ciclo de cine surrealista.
Jean Cocteau, ese mismo que cuestionado alguna vez sobre cuál de las
obras de arte que había en su estudio salvaría en un incendio, si un Picasso o un
Monet, contestó sonriendo: yo salvaría el fuego, nos dio en Orfeo, y en La sangre
de un poeta, pero sobre todo en La Bella y la Bestia, la más viva imagen de la
dialéctica entre la hermosura y lo salvaje, entre lo indómito y lo angelical.
Y a la vez, ese surrealismo de imágenes chocantes nos acercó más a la
realidad, como lo demostró Buñuel en muchas de sus grandes películas mexicanas
—Los olvidados, de manera relevante—, nos permitió verla en toda su desnuda
crudeza. No por azar en la época de Un perro andaluz el cineasta había filmado
también Las Hurdes, documental naturalista que en su exacto retrato del mundo se
volvía tan incomprensible y fuerte como la más dura imagen onírica.
Breton, a su vez, encontró real al surrealismo en México. Y lo filmó, y antes
de él Juan Bustilllo Oro en Dos monjes, y después algunos cineastas mostraron
esa faceta del país, entre los que se cuentan Rafael Corkidi, el ya mencionado
Jodorowsky, Rubén Gámez, Raúl Busteros, Nicolás Echevarría, Claudio Isaac, que
Consuelo Sáizar
Presidenta
consejo nacional para la cultura y las artes