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Arturo López Rodríguez
Su práctica del grabado continuó en la Liga de Escritores y Artistas Re‑
volucionarios (LEAR) del cual fue miembro fundador y en el Taller de Gráfi‑
ca Popular (TGP), en el que participó por poco tiempo y donde sus obras
continuaron siendo críticas, en este caso contra el fascismo y las atrocidades
del dictador Francisco Franco en la Guerra Civil española.
En su pintura de caballete, la temática fue radicalmente diferente a sus
murales y sus grabados; no se relaciona con posturas políticas o ideológicas,
más bien la dedicó a la experimentación. Ese lenguaje artístico también lo
inició a temprana edad de acuerdo con la pintora María Izquierdo, quien ase‑
guraba que Xavier pintaba acuarelas al menos desde 1911,⁹ fecha en que lle‑
gó a Guadalajara, aunque posiblemente desde antes. En este género su estilo
es variable, de lo figurativo pasó a lo abstracto; sus búsquedas plásticas no
son cronológicas, ya que regresaba a ellas en diversos tiempos. Por ejemplo,
las tres obras trabajadas en tonalidades sepias y rojizas:
Retrato de Lola
Álvarez Bravo,
de 1934,
Autorretrato,
de 1943
(Fig. 10)
y
Campesina
, s. f.
(Fig. 29)
El autorretrato es uno de sus cuadros más conocidos; obra monumen‑
tal no por sus dimensiones sino por su composición; en él, Guerrero se re‑
presentó bifásico, de frente y de perfil. El que mira al espectador expresa una
mirada triste y muestra una pose de dignidad de los pueblos originarios; el
otro, es como un reflejo de perfil, como sombra, que se acerca más al fenoti‑
po de su autor y que por la preeminencia del sepia, aparenta ser un busto
modelado en barro. Esa obra despliega una modalidad del espacio pictórico
que acerca al objeto representado a la persona que lo mira.
Similar tonalidad tiene el
Retrato de Lola Álvarez Bravo
, una obra de
pequeñas dimensiones, que puede ser considerada la primera de esta “serie”
por la fecha y porque los tonos rojizos son más oscuros que en sus obras pos‑
teriores. En
Campesina
, cuyo título no es un referente certero porque no re‑
presenta a la trabajadora del campo con su clásico atuendo y peinado, sino a
una mujer joven en una actitud celebratoria, en una especie de danza ritual,
a la que le infundió un enigmático misticismo debido a la preeminencia del
color rojizo. Esas obras fueron trazadas con una línea muy fina que se pierde,
porque le aplicó el mismo color sobre toda la superficie.
En otra etapa, Xavier Guerrero utilizó formas geométricas para cons‑
truir figuras como
El hombre que hace papel
(Fig. 11)
o
Paisaje con chozas
,
(Fig. 39)
y en otras más rememoró los grandes volúmenes prehispánicos como
Mujer
frente al mar
o
Rostro de mujer
. También reflejó ternura en
Niña con paloma
u
Hombre con gabán
, el cual tiene cierta similitud con la tehuana que pin‑
tó en Chillán. En los dibujos destacan las naturalezas muertas con hojas,
alcatraces, flores, orquídeas, a los que imprimió un toque surrealista, así
como los bodegones llenos con fruta de origen mexicano colocados en ces‑
tos típicos.
9.
María Izquierdo, “La pintura de Xavier
Guerrero en Chillán”, México,
Hoy
(18 de julio
de 1942), pp. 42–49.