Página 23 - El placer y el orden. Orsay en el Munal

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Algunas calles de París, hacia el final del siglo
XIX
, bullían de vida con un
enjambre de vehículos tirados por caballos y un cúmulo de paseantes que descansaban la
vista en un aparador, en otro transeúnte, en la superficie del Sena. Las exposiciones univer-
sales veían surgir edificaciones que representaban un concepto de modernidad nunca ex-
perimentado antes. París florecía, era el centro del mundo y sus habitantes gozaban y
sufrían las consecuencias de habitarlo.
En el ambiente moderno, industrial y acelerado de esa urbe decimonónica, la con-
cesión del predio para que se construyera una estación ferroviaria que ahora alberga a un
insigne museo, nos hermana en origen con el Museo de Orsay. El espíritu de las comuni-
caciones, el deseo de conquistar todos los confines de territorio por medio de las vías férreas
y las líneas de telégrafo, invadió tanto a Francia como a México en el mismo periodo. El
inmueble que alojó a nuestro Ministerio de Comunicaciones y Obras Públicas vio la luz
hacia el año de 1912 y en su arquitectura incorpora un sinfín de elementos constructivos
y ornamentales que comparte con los mejores ejemplos europeos. Al igual que en el Museo
de Orsay, en el Museo Nacional de Arte se conservan y exhiben los mejores ejemplos que
rinden cuenta del proceso de nuestro arte nacional.
Para planear esta exposición se pensó, desde un inicio, en dos conceptos que orientaran
nuestra reflexión sobre los albores de la vida moderna, tal y como fuera concebida por autores
como Zola, Proust, Mallarmé o Baudelaire. Placer y orden son conceptos que encauzan nuestras
cavilaciones en torno a la libertad y la represión, la vida pública y la vida privada, pero sobre
todo, en torno a la vida urbana, moderna, descrita por autores como un torbellino, como una
fuerza centrípeta que atrae a individuos y realizaciones hacia el corazón, que es la urbe.
México cuenta una historia distinta. La promesa de la modernidad ni siquiera rozó
a una buena parte de la población. Para algunas familias, el Porfiriato fue una especie de
Belle Époque
, mientras que para muchos otros la dinámica moderna sólo consistía en acu-
mular más miseria, enfermedad y muerte. La
pax porfiriana
representó una oportunidad
para que ciertas instituciones y proyectos se desarrollaran y florecieran. Las obras públicas
dieron a la capital de nuestro país un aspecto que, por momentos, recordaba ciertas ins-
tantáneas de la urbe parisina.
El esfuerzo del Museo Nacional de Arte por traer esta muestra ante el público mexi-
cano y por dejar testimonio de su realización mediante este nutrido catálogo ha sido enorme.
Estamos seguros de que la solidez y la elocuencia que anima a todos y cada uno de los textos
que el lector podrá encontrar en esta publicación, permitirán un juego de miradas que se
debatan entre la frescura, la crítica, la introspección, la sátira y la ironía.
Miguel Fernández Félix
Director
Museo Nacional de Arte
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