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Núm. 9
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Octubre
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2012
20
1944
El 5 de octubre de 1944 murió en París,
Aristide Maillol
, pintor y escultor, relacionado con los
Nabis. Acuñó la frase “la femme Maillol”, un prototipo de belleza femenina.
r e t r a t o s h a b l a d o s
MANUEL
RODRÍGUEZ
LOZANO
(1896-1971)
De espíritu siempre combativo, Rodríguez Lozano creía ser el verdadero intérprete del pueblo mexicano
y su dolor; por eso se ensañó con los miembros del movimiento muralista.
C
onsiderado “el pintor de los
Contemporáneos”, el célebre
grupo de escritores e intelectuales
que trajo aire fresco a la cultura de
nuestro país en la primera mitad
del siglo XX, Manuel Rodríguez Lo-
zano fue piedra angular en la vida
y la trayectoria de artistas como
Abraham Ángel y Julio Castella-
nos, además de uno de los princi-
pales promotores de la asimilación
de diversos movimientos artísticos
de Europa en México. Poco a poco,
sin embargo, Rodríguez Lozano
dejó el catalejo europeo para cen-
trarse en una óptica decididamen-
te mexicana; recuperar una identi-
dad propia fue una inquietud que
lo enlazó con muchos otros crea-
dores de aquel tiempo.
De espíritu siempre combativo,
Rodríguez Lozano creía ser el ver-
dadero intérprete del pueblo mexi-
cano y su dolor; por eso se ensañó
Manuel Rodríguez Lozano,
La revolución,
1944-45
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con los miembros del movimiento
muralista, que empezó a gestarse
en 1921, poco después de que Die-
go Rivera y el mismo Rodríguez
Lozano volvieran a México al cabo
de sus respectivas estancias en Eu-
ropa. Conocido por sus opiniones
contundentes, las cuales solía ex-
presar por escrito, Rodríguez Loza-
no llegó a afirmar que los mura-
listas engañaban al pueblo, por lo
que se apartó del realismo social
que ellos practicaban y siguió su
propio camino.
Ese camino lo condujo a una
idea de lo nacional centrada en el
sufrimiento íntimo y alejada por
completo de la grandilocuencia y
de la visión heroica e idealista de
la Revolución Mexicana que adop-
taron los muralistas. Consciente
de los hondos estragos causados
durante el periodo revolucionario,
Rodríguez Lozano quiso reflejarlos
de espaldas a la estética promovi-
da por Rivera y sus colegas. Pero el
arte acostumbra fluir a ritmos in-
sospechados: un tema que preocu-
pa a un artista puede tardar años
en mostrarse en su obra.
A Rodríguez Lozano eso le
ocurrió con la Revolución; en las
etapas iniciales de su producción
no aludió al movimiento armado.
El dolor legado por la revuelta no
afloró en los lienzos del pintor
sino hasta la llamada “época blan-
ca”, que abarcó de 1941 a 1958 y
que ha sido juzgada por la crítica
como la etapa más brillante en la
producción lozaniana. Los parajes
desérticos que dominan esa época
son la materialización de un mun-
do atravesado por las huellas de la
devastación; uno de los primeros
óleos donde se observa claramente
dicha devastación es
El incendio
(1943), en el que surge el motivo
que se reproducirá en otras obras
de la época blanca: la víctima
como figura que forma un arco.
Esta figura es el núcleo de
El arco
en la tierra
(1944), donde la vícti-
ma es una mujer al igual que en El
incendio.
Por su parte, en
El holocausto
(1944), óleo que duplica el mural
que Rodríguez Lozano pintó en la
casa del coleccionista Francisco
Sergio Iturbe ubicada en la calle de
Isabel la Católica, en el Centro His-
tórico de la Ciudad de México, la
víctima es un hombre tendido en
perfecto arco dorsal que reaparece
en
La revolución
(1944-1945) como
síntesis de un país quebrantado.
Los arcos que constituyen los cadá-
veres en estos cuatro cuadros —
La
revolución
, por cierto, pertenece
al acervo del Munal— simbolizan
una violencia que disloca cuerpo
y espíritu humanos. Manuel Ro-
dríguez Lozano se demoró veinte
años en abordar un tema que le
dolía; en la vida y en el arte, más
vale tarde que nunca.