20
Núm. 4
|
MAYO
|
2012
El 2 de mayo de 1959 nace en Puebla el pintor y escultor
Germán Venegas
, estudiante de
la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. Sus inicios fueron como
tallador, después combina su trabajo con la pintura. Su trabajo trasluce el estudio por las
filosofías y religiones de China, Japón, India, así como el mundo grecorromano y precolombino.
1959
c i n e
¿Qué tienen en común el cineasta
neoyorquino Woody Allen y el pintor
novohispano Juan Cordero? ¿Qué
tal la pintura de María Izquierdo
con el cine de Volker Schlöndorff?
La sala de cine del Museo Nacional
de Arte ofrece ésta y otras
sorprendentes conexiones.
E
n la más tierna infancia, un niño
carece de identidad propia más
por exceso de trazos parecidos y
bien referenciados que por falta de
un verdadero rostro; unos opinan
que tiene la sonrisa de la madre y el
entrecejo de la abuela; otros que
sacó el mentón del tío y el malhu-
mor del padre. Cada rasgo, exterior
e interior, parece estar fatalmente
construido por pedazos familiares y
bien delineados, pero ninguno lle-
ga a percibirse como propio, único
y verdaderamente distintivo.
Según la psicología del siglo pa-
sado, la única cosa que se necesita
para romper este hechizo colectivo
es un espejo a la manera de Narciso.
Quien se mira con detenimiento —
durante la adolescencia, o bien antes,
en cualquier otro “stade du miroir”—
aprehende su imagen y reconoce
su individualidad. No se aleja mu-
cho de esta opinión la publicidad
de nuestro siglo cuando afirma que
para ser distinguido basta comprar-
se una pantalla, un auto, un vestido:
el espejo de narciso funciona mejor
con imágenes a gran escala.
Para el arte, en cambio, la pre-
gunta trasciende la etapa infantil y
se ahonda a lo largo de toda la vida.
La relación de sangre que obliga, los
lazos de amor que asfixian, la ne-
cesidad de sobresalir entre los her-
manos y de deslindarse hasta de los
tíos, son algunas de las preocupacio-
nes que han atormentado a Woody
Allen desde sus primeros filmes. E
n
Hannah y sus hermanas
(1986) se
impone una pregunta: ¿hasta qué
punto lo distinto no es sino produc-
to de lo mismo? Cada hermana es ra-
dicalmente diferente, cada hermana
radicalmente la misma.
En
Retrato de las hijas del li-
cenciado Manuel Cordero
de Juan
Cordero (ca. 1875, Munal, colección
siglo
xix
), las cuatro modelos están
conscientemente separadas por el
color de sus trajes y sus expresio-
nes corporales. Una posa de perfil,
de negro y en actitud filosófica; otra
sostiene un paraguas en rojo; otra
más —de blanco— comparte flores;
la última se resigna azul y contra-
hecha. Las hijas de Manuel Cordero
—sobrinas del propio Juan— tenían
que parecer distinguidas y diferen-
ciadas entre sí pero no demasiado:
cada una busca ser inverosímilmen-
te la más bella y no quiere ser opa-
cada por sus hermanas. El resultado
es completamente otro, es cierto.
Uno intuye algunas afecciones y
predilecciones de parte del pintor
y bastantes competencias y celos
de las “muchachas en flor”, una vez
que el lienzo quedó terminado. Sin
embargo, todas reflejan en los ojos
la misma quietud de vida, el mismo
aire de familia.
Pero quizá la interpretación más
radical de esta dualidad entre iden-
tidad y diferencia familiar sea la de
María Izquierdo (
Mis sobrinas
, 1940,
Munal, colección siglo
xx
). Los críti-
cos han intentado explicar la repeti-
ción constante de un mismo rostro
familiar en la obra de Izquierdo se-
gún versiones biográficas, estéticas y
psicológicas. Su arte problematiza lo
que la psicología quiere resolver de
tajo: los límites del sujeto trascienden
necesaria y rítmicamente las marcas
en el espejo. El estupendo cineasta
alemán Volker Schlöndorff (
El honor
perdido de Katharina Blum
, 1975)
propone el mismo punto de llegada
desde otro punto de partida: cuando
la familia es el Estado uno carga con
la genética del abuelo y de todos los
ancestros tribales; mediante el uso
de la fuerza estatal, hasta los huér-
fanos y abandonados resultan con
padres y con hijos.
O
swaldo
H. T
rujillo
/ I
nvestigador
P
ablo
M
artínez
Z
árate
Un tren al
Munal
El pincel de José María Velasco y la
cámara de los hermanos Lumiere
se hermanan en un ciclo dedicado
a la locomoción.
E
l tren de José María Velasco atra-
viesa las cumbres de Maltrata
en 1881. El paciente pincel del pin-
tor retrata un punto entre Orizaba y
Córdoba, congelando a su paso un
espíritu veloz, que viaja sobre las
vías de un México donde los cuentos
del progreso que aquí nos cuentan
—todavía— quedan justamente re-
presentados en la historia de nuestra
aventura ferroviaria.
Años más tarde, en Francia, dos
hermanos inventan el cinematógra-
fo: una locomotora de imágenes. El
nacimiento de la imagen en movi-
miento, de alguna manera, respon-
de a la necesidad de una sociedad
donde el ferrocarril, y la industria-
lización en general, comienza a
incidir sobre los ritmos de vida y
las estructuras sociales, los modos
de operación y de representación.
Para quien la mira desde el futuro,
la pintura de Velasco de la Cañada
de Metlac anuncia la invención de
los Lumiere. Los hermanos Lumiere,
por su parte, también nos han here-
dado un cuadro conmovedor, no del
documento fílmico de la llegada de
un tren, sino aquél de una audiencia
desconcertada ante un fenómeno
desconocido y maravilloso: la pro-
yección de una película.
En este ciclo, de las tantas pelí-
culas sobre trenes que siguieron a
esa proyección parisina de finales del
siglo
xix
, trazamos puentes entre el
Veracruz de Velasco y cuatro visiones
cinematográficas donde el ferrocarril
sirve como escenario o, en ocasiones,
como personaje de la película.
Abrimos con
El Maquinista de
la General
(1927), que narra la his-
toria de Johnnie Gray (Buster Kea-
ton) y sus dos amores: Annabelle
Lee (Marion Mack) y “La General”,
su locomotora. La devoción humana
por la máquina, comedia romántica
al puro estilo norteamericano. El
segundo sábado asaltamos las se-
cuencias de acción con
El Tren de
las 3:10
(1957), dirigida por Delmer
Davis. Para suspenso y drama, abor-
damos desde el Báltico un
Tren de
noche
(1959), dirigida por el polaco
Jerzy Kawalerowicz. Avanzamos en
tiempo y espacio para cerrar con
Won Kar Wai y su película
2046
, es-
trenada en 2004: un escritor imagi-
na una novela sobre el futuro para
darse cuenta de que escribe, en rea-
lidad, sobre el pasado.
Los invitamos a dejarse llevar
por Trenes, todos los sábados de
mayo al punto de medio día en el
auditorio Adolfo Best Maugard, ubi-
cado en la planta baja del Museo
Nacional de Arte. Tanto la imagen
digital de la pintura de Velasco como
algunos fragmentos de la película de
los hermanos Lumiere se proyectan
antes de cada función.
El Fideicomiso del Centro
Histórico y el Museo
Nacional de Arte invitan a
la muestra de cine chino
a llevarse a cabo del 5 al
13 de mayo del 2012 en
el auditorio del museo.
Consulta la programación
en
www.munal.mx/
muestradecinechino.pdf
José María Velasco,
Cañada de Metlac
(detalle), 1893, óleo sobre tela.
María Izquierdo,
Mis sobrinas
, 1940, óleo sobre triplay.