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Núm. 4
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MAYO
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2012
El 9 de mayo de 1912 nace en la ciudad de México el actor
Pedro Armendáriz
, figura esencial de
la llamada época de oro del cine mexicano, y protagonista de una extensa filmografía, en la que
destacan
La rebelión de los colgados
,
La perla
y
María Candelaria.
1912
A r t i s t a d e l m e s
V
íctor
T. R
odríguez
R
angel
L
a estampa litográfica de Casimiro
Castro (1826-1889) sobre
El
Colegio de Minería
, digna
obra de la colección, nos ofrece un
pintoresco registro visual de los al-
rededores arquitectónicos entorno a
lo que hoy es el Munal, en aquella
medianía del siglo
xix
. Era otra ciu-
dad y otro mundo: los viandantes
con sus prendas de antaño dominan
y recorren la calzada de Tacuba sin
el imperio del automóvil que hoy re-
lega a los transeúntes a las angostas
banquetas, entre otros cambios que
podemos señalar. Esta vista es signi-
ficativa para el Munal porque frente
al excepcional Palacio de Minería
-concebido por el célebre Valenciano
Manuel Tolsá (concluido en 1811),-
existe una muralla arquitectónica
que flanquea la calle: no hay Plaza
Tolsá ni remotos indicios de que se
construyera el Ministerio de Comuni-
caciones y Obras Públicas; ni siquie-
ra el general Porfirio Díaz figuraba
en el panorama político y militar. Lo
que en la estampa gráfico-comercial
vemos, de manera sesgada en el ex-
tremo derecho de la composición, es
la obra y amuralla la calle de Tacu-
ba, hasta limitar con el callejón de la
Condesa y la capilla franciscana del
Tercer Orden (demolida para cons-
truir el Palacio Postal), que es donde
la vía desemboca en la de Santa Isa-
bel (Eje Central).
El lado derecho lo ocupan los
inmuebles que flanquean el norte
de la calle. Destaca el arco de ac-
ceso al templo del Hospital de San
Andrés (hoy la plaza del “Caballito”
y el Museo Nacional de Arte). La ca-
lle empedrada está animada con un
conglomerado de personajes que la
recorren en ambos sentidos, regis-
trando la cantidad de mercancías que
se transitaban del poniente al centro.
A finales del siglo
xix
, el célebre
ingeniero, cronista y escritor vera-
cruzano Manuel Rivera Cambas, en
el primer volumen del
México Pin-
toresco, artístico y monumental
, al
tratar los monumentos de la calle
de los
Hombres Ilustres
(la última de
Tacuba), habla del Hospital de San
Andrés, estimando las inconvenien-
cias epidemiológicas de que este
hospital general –secularizado des-
de las Leyes de Reforma- estuviese
en una zona neural de la ciudad, y
considerando que es pobre lo que
aporta del legado arquitectónico no-
vohispano:
La situación de este hospital
en el centro de una ciudad tan
populosa como lo es México,
afecta la salubridad pública y
solamente por haber pasado la
capital por épocas difíciles, no
ha podido cambiar ese hospital
que también afecta una avenida
tan amplia y extensa como es
la de los Hombres Ilustres, en
cuyo término se encuentra,
frente al monumental palacio de
la escuela de minas. El edificio
tiene en el exterior el aspecto de
los construidos hace tres siglos
para claustro: ventanilla peque-
ñas, arquitectura sencilla sin
adornos, excepto las imágenes
que están arriba de la puerta
principal, balcones alternados
con las ventanas: el interior es
lóbrego y sombrío, el patio de la
entrada tiene arquerías toscas en
los cuatro lados…
1
Sin duda, estas observaciones, dado
el protagonismo de Rivera Cambas
en la cultura del porfiriato, justifica-
ron en buena medida la decisión de
desmantelar la antigua casa novicia-
do de la Compañía de Jesús, demo-
lerla y usar los terrenos para levantar
el Ministerio de Comunicaciones y
Obras Públicas.
1.Manuel Rivera Cambas,
México
Pintoresco, Artístico y Monumental,
México
, imprenta la Reforma, 1880-
1883, facsimilar de la Editorial del
Valle de México, 1972, p. 423.
la fachada principal y el arco de in-
greso al pequeño atrio de la capilla
del Hospital de San Andrés, una an-
tigua arquitectura barroca del siglo
xvii
, de cantera y tezontle, que fue
primero colegio de novicios jesuitas.
Todo este complejo fue demolido a
principios del siglo
xx
precisamente
para cimentar y levantar la nueva
sede, monumental y ecléctica, de la
Secretaría de Comunicaciones, obra
planificada por el italiano Silvio Con-
tri, quien proyectó retraer el levanta-
miento de la fachada principal doce
metros con respecto a la calle para
no ahogar tanto la cara principal del
Palacio de Minería, como su palacie-
go edificio gubernamental.
Los testimonios pictóricos, gráfi-
cos o fotográficos del extinto Hospi-
tal de San Andrés, recordado histo-
riográficamente sobre todo porque
en su capilla se veló al célebre Maxi-
miliano de Habsburgo (ver “Archivos
secretos”, pág. 17), son escasos. Es
por ello que, entre las cualidades fi-
gurativas, artísticas e históricas que
presenta esta estampa concebida
por el dibujante, litógrafo y pintor
Casimiro Castro, valoramos que nos
otorgue un discreto panorama de lo
que fue el antecedente arquitectó-
nico del palacio que en el presente
cumple 100 años.
Consumada la Independencia en
1821, las primeras vistas de México
(arquitectónicas, paisajistas y de sus
pobladores) reproducidas de manera
idealizada en hojas bajo el proceso
litográfico de estampación mecánica
en serie, correspondieron a logra-
dos artistas y grabadores extranjeros,
como Linati, Egerton, Nebel, Phillips,
Gualdi, Waldeck y Catherwood, pero
los mexicanos no se quedaron atrás
en la valoración artística de las pla-
zas, calles, edificios, parques y mo-
numentos de trascendencia históri-
ca, política, religiosa y social. Para
mediados de siglo, Casimiro Castro,
quien nació en el humilde pueblo
indígena de Tepetlaoxtoc, Estado de
México, realizó dibujos y litografías
de un nivel de calidad a la par o me-
jores que los extranjeros menciona-
dos. Castro realizó obras para diver-
sas publicaciones: álbumes, revistas,
novelas, pero su participación cum-
bre fue para el compendio de lámi-
nas y descripciones titulado
México
y sus alrededores; colección de vistas
trajes y monumentos
, publicado en-
tre 1854 y 1855.
El álbum es un tesoro de más
de cuarenta ilustraciones en el que
miramos, con admiración, esos evo-
cativos espacios que constituían la
ciudad de México: villa de 250 mil
habitantes que apenas rebasaba lo
que hoy es el Centro Histórico y
muy lejos de ser la megalópolis que
ahoga todo el Valle del Anáhuac.
Entre sus láminas, varias de ellas en
el acervo del Munal, admiramos la
vista en ángulo del Palacio de Mi-
nería tomada desde el oriente, en
dirección al Zócalo, con encuadre al
poniente, rumbo a la Alameda, jar-
dín que cierra el horizonte. Minería
arranca al centro izquierdo del pri-
mer plano, justo a continuación del
convento hospitalario de la orden de
los betlemitas y el callejón del mis-
mo nombre (hoy el
mide
y el Museo
del Ejercito). La mole del Colegio
de Minería corre por el extremo iz-
quierdo hacia el centro superior de
En la litografía de 1855 sobre el Palacio de Minería
se observa parte de la fachada del Hospital de San
Andrés, edificio demolido para levantar el Palacio de
Comunicaciones y Obras Públicas.